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Columna
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Inmolación del tótem

Una vez que Zaplana ha pasado de tótem tribal a fetiche doméstico, a suerte y mano de mus, a elefante de jaspe, o a juego de alcoba y prendas íntimas, Camps y su equipo ya deben y pueden dedicarse, sin más gaitas ni dilaciones, al gobierno de la Generalitat Valenciana. Si traían ciertamente propósitos de renovación, de palique y de entendimiento, ya es hora de que los aventen en esa embriagadora coincidencia de sustancias primaverales. Ni siquiera se les pide un centro malabar, si no una conducta de derecha más culta y civilizada, más a la europea, que no se imponga por mayoría absoluta, ni se encrespe cuando se les pille en falta, sino que razone, dialogue y enfunde insultos y descalificaciones. Que abandonen sus miedos y su vergonzante obediencia al jefe, y que se pongan manos a la obra, sin broncas ni griterías, a solventar, a resolver los problemas de esta comunidad autonómica, que están ahí y no son menores ni escasos. Ya no tienen ni necesitan tótem alguno: necesitan lo que no tienen en muchos asuntos, argumentos y soltura para exponerlos sensata y serenamente.

Y que se dejen de Zaplana y del hediondo zaplanismo terminal. Zaplana se inmoló en una escena patética, en una comparecencia que sólo ha contado como modelo de lo que no se puede hacer: mentir o guardarse papeles en la manga, es decir, contar verdades a medias, para provocar una confusión interesada, y salvar así, o tratar de salvar así, una pizca de honorabilidad. Pero, al paño de los que se escucha, se ve y se lee, ni esa pizca se ha salvado. Era muy fuerte, muy grave, y se procedió demasiado tarde y con el engaño a flor de piel. Se inmoló sin grandeza alguna, y sólo quedan sus cenizas en un escaño del Congreso, si es que no decide retirarlas de allí y emprender otros negocios. Sólo la vanidad y la ambición son capaces de desviarlos hasta tales extremos.

La pregunta es, ¿sabrá este Consell desempeñarse sin el amparo/secuestro del tótem? Liberados, en gran medida o en casi todo, de Zaplana y sus escuadrones, ¿resolverán las cuestiones de todo orden que tiene pendientes nuestra comunidad? A nadie se le ocultan los enfrentamientos que Camps y algunos de sus más próximos colaboradores han mantenido con el hoy ministro portavoz en funciones de un Gobierno materialmente pulverizado y a sólo un mes del trance implacable de su desaparición. Pues hora es de que se sacudan de encima tan fatales influencias, si quieren levantar cabeza de una vez y mostrar sus capacidades, en las que cada día creen menos valencianos, en los tres próximos años. De momento han perdido dos diputados y andan muy tocados del ala. A partir de estas elecciones generales, se les ha puesto el asunto bastante más serio.

Ayer, cuando se cumplía el año de la guerra de Irak, la ciudadanía de toda España y de nuestra comunidad volvió a recordarles, en las calles, cuál es el precio de la ilegalidad y la ilegitimidad de una contienda levantada sobre la mentira, la falacia y el imperialismo económico. Bush encandiló a Aznar, y lo metió en una absurda y brutal aventura; Aznar encandiló a Zaplana -y a todo su Gobierno- y se apuntó a las alabanzas, al pelotilleo y a la ruina; Zaplana encandiló a Camps -y a todo su Consell- y le dictó las reglas del juego. Cuidado, son las reglas de una insolvente inmolación.

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