Autopsias que dejan huella
Algunos forenses que analizaron los cuerpos ya sufren insomnio y ansiedad
"Me siento mal, muy mal. He estado conviviendo con médicos y mis compañeros están todavía peor, porque algunos ya sufren insomnio y ansiedad. Yo tuve más suerte y lo viví desde la retaguardia". Fernando Bandrés, un forense con 24 años de experiencia, admite que nunca podrá olvidar las horas posteriores al accidente ni los dos días siguientes, cuando se identificaron la mayoría de las víctimas de los atentados del 11 de marzo. Ocho días después empiezan a aparecer las secuelas de aquellas autopsias en quienes las realizaron.
Los forenses están acostumbrados a diseccionar cadáveres, pero nunca de manera tan masiva y, sobre todo, jamás se habían encontrado con que la causa fuese una matanza. En el aeropuerto de Los Rodeos murieron 583 personas, pero aquello fue un accidente aéreo, no un atentado terrorista. Hasta ahora, el peor trago profesional que había tenido que pasar Fernando Bandrés fue el atentado de la cafetería California, en el que en 1979 una bomba causó ocho muertos. Varias de aquellas autopsias las practico él. Esta vez no le ha tocado coger el bisturí, pero entre las actuaciones que hizo la semana pasada estuvo la de localizar a los familiares de cuatro víctimas del atentado. "Y con la mala suerte de que todas estaban muertas", afirma.
Fernando Bandrés, que es también vicedecano de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid admite sin reparos: "Tardaremos en recuperarnos porque la sensación de amargura que hemos vivido ha sido terrible".
En la sala de autopsia hay varias personas presenciado la disección, aunque en realidad se trata de un forense frente a un cadáver. Primero realiza el examen externo del cuerpo para redactar un avance de la autopsia y después llega el reconocimiento interno. "Muchas veces un cuerpo no presenta ninguna apariencia y al abrirlo se descubre que han estallado algunos órganos", explica Bandrés. Y al forense le corresponde, además, indicar qué muestras deben recogerse para hacer posible la identificación, como pelos, sangre o ropas.
Ese proceso de asignar un nombre a un cadáver corresponde a la policía científica o los funcionarios del Instituto Nacional de Toxicología. "Los protocolos son estrictos y no es descartable un error en la identificación, pero se acabaría detectando en unos días", asegura Bandrés.
Identificación dactiloscópica
El comisario Modesto García, que coordinó el operativo policial para identificar a las víctimas del accidente de los Rodeos y fue condecorado por ese trabajo, aporta otro dato científico irrefutable: los dibujos papilares que aparecen en la epidermis de una persona permanecen invariables desde el sexto mes de vida intrauterina hasta que la putrefacción destruye la piel. García recuerda que en estos casos la policía trabaja con unos formularios denominados ante y post morten (AM) y (PM), respectivamente, y que la identificacón definitiva de los cadáveres no concluye hasta que no cotejan esas informaciones.
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