Imames de toda España condenan los atentados en el sermón del viernes
Los clérigos instan a sus fieles a mantener la serenidad para evitar incidentes
"En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso", imames de toda España condenaron ayer con dureza la masacre perpetrada el 11 de marzo en Madrid, que ha sido reivindicada por la organización terrorista Al Qaeda. Durante su sermón del viernes en la mezquita del Centro Cultural Islámico de la capital, el clérigo Sheij Munir alertó a centenares de fieles con voz potente: "¡Tenemos que medir el peligro y el efecto de la palabra! ¡Os exhorto a todos para que una minoría no consiga su propósito de dividir a la sociedad entre musulmanes y no musulmanes!".
Igual que el sábado para los judíos y el domingo para los cristianos, el viernes es el Día del Señor para los musulmanes. Antes de la oración del mediodía, los imanes de las mezquitas pronuncian sermones en los que abordan asuntos de actualidad desde el punto de vista doctrinal.
"Estoy agradecido por la actitud de la gente. En otro país ya habrían linchado a alguien"
Unas 3.000 personas suelen acudir a escuchar a Munir, un egipcio que obtuvo el doctorado en Teología Islámica en la Universidad Autónoma de Madrid. Ayer, sin embargo, el miedo provocado por los atentados de la semana pasada y la abundancia de policías que pedían la documentación a algunas personas mermaron algo su parroquia. Guardas de seguridad árabes impedían la entrada de bolsas o mochilas.
A la entrada del recinto, una gran pancarta: "No al terrorismo. Nuestra solidaridad y condolencias con las víctimas y sus familiares". Dos coronas fúnebres situadas a ambos lados de la puerta principal daban testimonio de que la comunidad musulmana también ha pagado su cuota de sangre en los atentados. "Sí a la vida, no al terror", se leía en numerosos carteles pegados en las paredes del interior. En el tablón de anuncios, un recorte de prensa con la semblanza de una niña marroquí de 13 años muerta en el atentado aparecía salpicada por gotas de sangre bajo esta leyenda: "Samae, tú no tenías la culpa".
"Al igual que el pueblo español, nuestra comunidad tiene corazones rotos después del crimen horrendo que se ha cometido", tronó el imam Munir. "¡Recordad! El Islam considera criminal a cualquiera que ayude, siquiera con palabras, al que mata. Ante Dios, tendrá el mismo castigo que el autor material del asesinato".
En la mezquita Abu Bakr, situada en el barrio madrileño de Estrecho, el discurso del imam egipcio Hagah fue el más largo de los últimos tiempos. Había sido cuidadosamente elaborado horas antes por Riay Tatari, un español de origen sirio que preside la Unión de Comunidades Islámicas de España. Unos 1.500 musulmanes, la gran mayoría hombres muy jóvenes, siguieron sus palabras en silencio, informa Jesús Rodríguez.
Hagah condenó rotundamente los atentados e insistió en la necesidad de que los allí presentes y sus familias mantuvieran una imagen de serenidad en la calle y el trabajo. Su voz vehemente atravesaba las celosías de la mezquita y se extendía por toda la calle: "Evitad las provocaciones. Nada de hablar alto en el metro. Estáis aquí bajo la protección del Gobierno y con el cariño de los españoles; es el momento de que cumpláis con vuestro ejemplo".
En pleno barrio de Lavapiés, tal vez la zona más multicultural de España y donde han sido detenidos la mayoría de los sospechosos del atentado, el imam del Centro Cultural Islámico de Paquistaníes, Alí Laraki, acababa de dirigirse a un centenar de fieles orientales, magrebíes y subsaharianos: "Estoy gratamente sorprendido por la reacción tan civilizada del pueblo español. En ningún momento ha mostrado animadversión, sino comprensión. En otro país ya habrían linchado a alguien", declaró.
A poca distancia de allí, en la calle Peña de Francia, está la mezquita a la que acudía Hamal Zougan, dueño del locutorio Nuevo Siglo, en el que fue encontrado un trozo de la carcasa del móvil utilizado en una bomba desactivada por la policía. Sentado sobre las alfombras del local, Abdul Kaban estalla en sollozos: "¡Claro que conocíamos a Hamal! Venía a rezar aquí. Antes de abrir la tienda de telefonía móvil vendía verduras. Era amable. Cuando la compra pesaba demasiado, nos la llevaba a nuestra casa. Pero nosotros sólo veíamos su cara, no sabíamos lo que había dentro de su corazón".
El imam Litons, un bangladeshí de 36 años, asentía gravemente junto a Abdul. El clérigo acababa de advertir a sus fieles que musulmanes y cristianos sólo se diferencian en los caminos que eligen para buscar a un mismo Dios.
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