Espejos virtuales
Vuelve Jeanette Winterson (Reino Unido, 1959) a tratar en esta novela los temas habituales de toda su obra. Igual que en Escrito en el cuerpo, su novela más conocida, nos encontramos con un narrador que oculta su propio género. Lo único que sabemos es que se llama Ali y que se dedica a vender por Internet historias hechas a medida para solitarios del ciberespacio. Su cliente al otro lado de la red elige quién quiere ser, pero a partir de ese momento es Ali quien decide el rumbo y por supuesto cómo acabará la historia. La paradoja es que abre ventanas a sus lectores para escapar de sí mismos cuando lo que para sí se reserva es precisamente lo contrario, ya que, como un Orlando de la era digital, se introduce en las historias que escribe viajando a través del tiempo y del espacio, transfigurado en otros, pero incapaz, él o ella, de escapar a su propio destino. Esas historias (la de Lanzarote y la reina Ginebra reinventados; la de un pionero escalador del Everest; la de una chica capturada por piratas que simula un sexo de varón con dos bulbos de tulipán para enseñar las artes amatorias a una princesa otomana; o la de la propia Ali, revelada al fin como mujer, dejándose apresar en su propio juego al enamorarse de una de sus corresponsales) se entrecruzan en una amalgama reflexiva que tiene en el amor y la pasión su centro gravitatorio.
EL POWERBOOK
Jeanette Winterson
Traducción de Àngels Gimeno-Balowu
Edhasa. Barcelona, 2004
283 páginas, 19 euros
Nada es nuevo en El Powerbook. Cualquier lector anterior de Winterson tendrá desde la primera página la sensación de surcar aguas conocidas. Ni la disertación amorosa, que se cimienta sobre una acumulación de fragmentos autónomos de reflexión que no llegan sin embargo a formar un discurso trabado, ni la erudición de salón en la que las citas bíblicas o de celebérrimos mitos literarios conviven con referencias a saberes más mundanos y hasta esotéricos, ni las obsesiones a las que responden buena parte de las historias, como la del triángulo amoroso compuesto por una pareja convencional y una mujer enamorada de la esposa, ni la discontinuidad espacial y temporal con la que se rompe de continuo el hilo narrativo, sorprenderán a sus admiradores. Tampoco, todo hay que decirlo, la poderosísima maquinaria verbal que Winterson posee, un instrumento de verdad afinado y capaz de sostener por sí solo, imantando la atención del lector, la más embarazosa tramoya.
Jeanette Winterson es uno de esos escritores que escribe desde la sensibilidad, construyendo sus ficciones a partir de claves internas que a menudo son autobiográficas. El resultado es un mundo literario personal y definido, aunque demasiado cerrado. Cautiva a quien se siente afectivamente cercano pero encierra el peligro de resultar repetitivo a quien, aun habiéndolo transitado una primera vez con gusto, espera encontrar conflictos nuevos o, por lo menos, ángulos distintos desde los que explorarlo.
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