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Reportaje:EL LIBRO DE LA SEMANA

Soportar la libertad

No podía escribir novelas sobre el Holocausto, dijo Imre Kertész (Budapest, 1929) en la presentación de Liquidación en Berlín; Sin destino, la primera parte de la tetralogía que ahora se cierra, no era un libro sobre Auschwitz. El premio Nobel húngaro reacciona con cautela ante el encasillamiento de su obra en la literatura del Holocausto, para que no se despache como anécdota histórica lo que él considera un código existencial. Auschwitz no se acaba en Auschwitz. Se prolonga en el totalitarismo que, a su vez, fue su condición previa. Fiasco, su segunda novela, tematiza esta continuidad con la escenificación de la humillante y grotesca vida de un intelectual en la dictadura estalinista.

A Kertész le preocupa que la tarea de desciframiento del código se haga más difícil, a medida que la espantosa realidad de Auschwitz se aleja en el tiempo. De esta preocupación nace Liquidación. La acción, o mejor dicho, el intrincado ensamblaje de ficciones dentro de la ficción, arranca en Budapest, en 1999. Keserü, un editor amargado, recuerda a su amigo B, genial escritor clandestino, nacido en Auschwitz, que tras la caída del régimen comunista se quitó la vida. Dejó una serie de manuscritos, entre ellos una obra de teatro titulada Liquidación, sobre el suicidio del escritor B y la consiguiente perturbación de sus amigos. La obra anticipa lo que ocurrirá después de la muerte de su autor: las reacciones de su amante Sara y su ex mujer Judit y, sobre todo, la obsesiva búsqueda de un manuscrito por parte de Keserü, para quien la realidad se ha convertido en un "concepto problemático".

Lo que comienza como irónico

juego de espejos, no exento de guiños de humor, se revela como ajuste de cuentas (Felszámolás, el título original, también significa "hacer cuentas"). Otra vez toca Kertész un tema candente y espinoso: el derrumbe moral de una generación de disidentes húngaros que, con el cambio del sistema, perdieron el norte. El nihilista atormentado B y sus amigos no saben cómo afrontar el vacío existencial producido por la desaparición del régimen comunista. Sus vidas, centradas en la resistencia, se han quedado "suspendidas" por falta de un enemigo identificable. "Se acabó nuestro mundo, el cómodo mundo carcelario -así lo veo ahora- que tanto odiábamos. Hoy ya sé que ese odio me mantuvo con vida. La obstinación, la obstinación de sobrevivir", confiesa B, que no soporta la libertad, en su carta de despedida.

Liquidación plantea el problema de la sobrevivencia de una segunda generación de víctimas del totalitarismo. Los cuatro personajes principales representan sendas opciones de enfrentamiento con los condicionantes de ser judíos e intelectuales disidentes en una dictadura: B rechaza cualquier esperanza y, por tanto, el derecho a la felicidad (cuando su mujer quiere un hijo, él se niega, y así termina la relación); Keserü, el esteta, se refugia en la escritura; Sara, en la aventura amorosa. El único personaje que toma una decisión para salir de la encerrona mental del victimismo es Judit: "A buen seguro tienes razón, Bé, el mundo es el mundo de los asesinos, (

...) pero, aun así, no quiero verlo como el mundo de los asesinos sino como un lugar donde se pueda vivir".

En escasas 150 páginas, la mente

prodigiosa de Kertész concentra dos novelas y una obra de teatro sobre la interrelación entre historia política e individual. Conjuga, con soberano dominio formal, la exposición dramatizada y la reflexión en prosa. A la compleja estructura se suma el despliegue de referencias intertextuales, procedimiento habitual en Kertész, cuyos lectores reconocerán en B al narrador de Kaddish por el hijo no nacido. Nunca este escritor tan recatado se había atrevido a ser tan entretenido y a dar tanto ritmo a una narración. Liquidación es la primera novela de Kertész escrita después del fin del socialismo de estado, y esto se nota; se distingue por su levedad, su humor y su combinatoria lúdica. A pesar de la consonancia terminal de su título, de la gravedad de su pensamiento, mantiene una tónica de afirmación vital. Un libro fundamental para soportar la libertad.

Imre Kertész obtuvo el Premio Nobel en 2002.
Imre Kertész obtuvo el Premio Nobel en 2002.EFE/BALLESTEROS

Un gozoso pesimismo

"DESDE SIEMPRE el tema de Kertész ha tapado en gran parte su logro literario", advierte el novelista húngaro Péter Nádas. Iniciarse en su obra con los apuntes de trabajo, el presente Diario de la galera, que abarca los años de 1961 a 1991, o su continuación, Yo, otro. Crónica del cambio (Acantilado), que recoge observaciones de los siguientes cinco años, es una manera de esquivar este efecto distorsionador. Aquí no se habla del qué sino del cómo. El carácter fragmentario de estos cuadernos descubre el lenguaje de Kertész en toda su precisión y limpidez y permite atisbar parte del proceso reflexivo que acompañó la gestación de las tres novelas que escribió en treinta años: Sin destino, Fiasco y Kaddish por el hijo no nacido. Escepticismo profundo, triunfos efímeros, depresión. Kertész concibe su labor creativa como un acto constante de disciplina intelectual y no claudica ante el peso de la tarea. Diario de la galera da testimonio de un "trabajo de autodocumentación, propio de un galeote". Del diario, sin embargo, conserva únicamente un esbozado orden cronológico; en el centro de este cuaderno de notas están el análisis del propio proceso creativo, la crónica de lecturas -infinitamente variadas, pero siempre Kafka y Camus, con gloriosas interpretaciones- y la recopilación de ideas, reelaboradas después en las ficciones. Parecido al Diario de trabajo de Bertolt Brecht, incluye también impresiones de lugares, encuentros, sensaciones y estados de ánimo: "Vivencia intensa, cercana al ser, de lo absurdo de la vida y de la inutilidad de nuestras breves energías creativas: felicidad casi ardiente". Chocan, a la vez que conmueven, la voluntad de autohumillación, el gozoso pesimismo. Cuando algo favorable le infunde alegría se castiga con mayor aislamiento, "para enderezarse moralmente y, en general, para recuperar la sobriedad". El autor arranca su obra de la austeridad, del retiro, de la marginación. Con todo, el logro literario no tapa el tema. Al contrario, además de evidenciar el proyecto humanístico del que surge, Diario de la galera facilita las claves para comprender mejor la obra: "El campo de concentración únicamente puede imaginarse como texto literario, no como realidad. (Ni siquiera cuando lo experimentamos; quizá sea entonces cuando menos lo experimentamos como realidad)". Para Kertész, el reto literario es siempre el reto de la existencia humana. C. D.

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