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MATANZA EN MADRID | Atención psicológica

"Nadie nos ha invitado al funeral de La Almudena"

El dolor no frena la rabia. "Estoy muy enfadada. A la casa de mis padres sólo llamaron para decir que mi hermana estaba en el Ifema. Después, nada. Ni un telegrama, ni un pésame oficial. A mí me da lo mismo, pero a mi madre, no". Fátima Durán se come las lágrimas en la sala de estar de un bloque de Carabanchel. "Ni siquiera nos han invitado al funeral de ayer en la Almudena. Mi madre pregunta que si mi hermana no lo merecía", añade.

Fátima es la hermana mayor de Lola, una fallecida de 34 años y madre de un bebé de 15 meses. Vive con sus padres y sobre ella pivota gran parte del duelo familiar. "El sábado mi madre se levantó y empezó a vestirse muy deprisa. Decía que iba a buscar a Lola. Llamé al 061 para preguntar a un médico qué podía hacer, si le daba otro tranquilizante. Gracias a eso tenemos un psicólogo, pero hemos tenido que ir a llamar, porque nadie ha venido a ayudar", prosigue.

Fátima y sus padres ya van a consulta. Ella no confía mucho en la utilidad de un tratamiento psicológico, pero la cita le permite al menos aliviar la tensión: "Ayer lo único que hice fue llorar. Aproveché que en la consulta no me veían mis padres". De vuelta a casa le toca ser fuerte, le toca calmar sobre todo a una madre de 75 años que quiere que todos sepan que su hija no está.

Por eso, los Durán han colocado por el barrio anuncios del funeral por Lola. Otra de las hermanas, Eva, ha llevado velas y flores a la estación de Atocha, a la calle de Téllez. "Ya no sé adónde más puedo ir. Tampoco puedo parar en casa", explica.

Antonia, la madre de Lola, lleva un rosario al cuello. "Dios tiene que castigar a los que han hecho eso. Dios no debía permitir eso. Hay un bebé chiquitito que anoche decía 'mamá, mamá' ¿Qué va a ser de ese niño?". "Lo cuidaremos entre todos", la consuelan Eva y Fátima.

"Le retorcería el cuello bien fuerte a los que me han quitado a mi niña", musita la madre. "Yo antes no entendía a la gente que se toma la justicia por su mano. Ahora, sí", confiesa Fátima.

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