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Columna
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Primavera

La primavera es en Madrid una estación esquiva y tímida, indecisa y voluble como una adolescente que acaba de dejar la fría casa del padre invierno y da sus primeros pasos, inseguros y torpes, en libertad. La primavera en Madrid cambia de piel todos los días, vientos imprevisibles acechan en las esquinas y las nubes vienen y van a su capricho y en pocas horas mudan los cielos y con ellos los ánimos de las gentes que viven bajo su bóveda.

Se anunciaba la primavera de Madrid, en los mensajes publicitarios fijados en el calendario y ajenos a las veleidades del clima, pero también en el aire húmedo y templado de la mañana, ráfagas que destilaban sutiles efluvios de tierra mojada y campos invisibles, frágiles fragancias que sobrevivían milagrosamente en la enrarecida atmósfera urbana. Se anunciaba la primavera cuando el invierno descargó un mazazo brutal y despiadado, que borró las sonrisas, nubló las frentes y segó una copiosa y prematura cosecha de vidas inocentes.

La primavera en Madrid mezcló sus aguas con el llanto de millones de madrileños, no lavó el luto, ni se llevó el dolor, ni tampoco borró las huellas del insulto póstumo que a todos los dolientes infirió un Gobierno de arrogantes hipócritas. Una vez más, tal vez la última, los gobernantes menospreciaron la inteligencia y ofendieron los sentimientos de los ciudadanos y manipularon, de forma tan deliberada como burda, los datos sobre la autoría de la matanza, para que no les salpicara la sangre derramada en tan comprometidas fechas.

La primavera, antojadiza siempre, puso mejor cara al día siguiente, un sol inseguro iluminó un jornada de sentimientos y ánimos encontrados y cuando las urnas se abrieron al final de la jornada el paisaje había cambiado y el invierno se alejaba con la cabeza gacha, pillado en falta y castigado.

Nubes y claros, bonanzas y tormentas, rayos y centellas en el cielo y sobre todo en los abismos en los que se han precipitado los responsables de la mentira y sus numerosos y enumerables cómplices mediáticos que hasta el último minuto desinformaron y manipularon aprovechándose del caos y del sufrimiento de todos a beneficio de unos pocos.

Escucho en una emisora de radio los comentarios airados y enrabietados de algunos estómagos agradecidos y bendecidos, comensales y contertulios abonados a la mesa del poder, que eructan a los postres y destilan sus bilis y sus hieles y acusan de sus crímenes y desmanes precisamente a las cadenas y medios que se resistieron a la oleada de desinformación que en forma de cortina de humo desplegó el Gobierno. Conmueve su lealtad pero les apesta el aliento y es que ya se sabe que los reptiles tienen la digestión pesada.

Fresco y primaveral el nuevo Gobierno socialista tendrá que abrigarse, capear temporales y tranquilizar los ánimos alterados por la euforia de unos y la depresión de otros, dos males que la estación propicia y que junto con las alergias forman parte de sus señas de identidad. Hace tiempo que la primavera pasó del imaginario poético al consultorio médico, de los poemarios a los recetarios. Ahora cuando el poeta ve una rosa, estornuda y las lágrimas que brotan de sus ojos ante la visión de una pradera exultante no se deben a la emoción sino a la congestión.

No sé qué previsiones tienen los especialistas sobre pólenes, gramíneas y otros insignificantes pero agresivos corpúsculos primaverales, aunque sospecho que este año puedan emerger nuevos factores de riesgo y me temo que aún no se ha descubierto una vacuna eficaz contra la alergia a la verdad y a la libertad que incubaron algunos comunicadores e informadores, voluntariamente transformados en portavoces oficiosos, voceros sumisos y cantamañanas eméritos de las excelencias de sus amos y patrocinadores a cambio de un plato de lentejas.

La primavera es, en el lenguaje político, un periodo efímero de libertad, un espejismo esperanzador como lo fue "la primavera de Praga", pero el vuelco electoral del 14-M parece más consistente y contundente que un mero espejismo. La primavera es una estación que propicia las mudanzas, ya vendrá el verano y con él las primeras promesas deberán ser cumplidas. Recién terminada la primavera, con la fecha tope del 30 de junio, las tropas españolas de la desafortunada expedición a Irak estarán de vuelta en casa...

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