Una belleza
El apellido Redman sería mucho menos conocido en el mundo del jazz si no fuera porque existe un Joshua Redman, joven saxofonista que enseguida supo hacerse buenas amistades, la de Pat Metheny entre ellas, y acomodarse en el primer vagón de la larga y a menudo monótona caravana de promesas. Pero resulta que, además, hay un Dewey Redman, padre del viajero privilegiado, que le da ciento y pico vueltas a su retoño en todo. Sobra decir que Joshua ha visitado Madrid varias veces, mientras Dewey, a punto de cumplir los 73 años, se estrenaba en la capital. Frente al cotorreo técnico con el que Joshua tiende a encandilar audiencias, Dewey defiende una elocuencia honrada y sincera, y prefiere ligar sonidos sin el pie de la técnica encima del cuello.
Dewey Redman Quartet
Dewey Redman (saxo tenor), Rita Marcotulli (piano), John Menegon (contrabajo) y Matt Wilson (batería). Calle 54. Madrid. 15, 16 y 17 de marzo.
Su concierto fue una belleza. Sonido poderoso y recio, autentificado por esas grietas y desconchones que todos los artistas íntegros aprovechan en beneficio de un punto de expresividad adicional. Dewey recordó que sigue siendo uno de esos vanguardistas que se aburre tocando en clave de vanguardia todo el tiempo. En su estreno madrileño hubo marchas ideales para desfiles callejeros, baladas clásicas tratadas como porcelanas, retazos sabiamente avinagrados de las formas libres de los sesenta (Dewey permaneció siete años en el grupo de Ornette Coleman) y una pieza de rhythm & blues aprovechada por el saxofonista para pedir palmas y pasear entre las mesas: en fin, múltiples impactos gozosos. La espléndida Rita Marcotulli, pianista romana de enjundia nunca rebuscada, y una rítmica poliédrica contribuyeron a convertir la noche en un pequeño acto de reconciliación con el mundo.
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