Otro Bilbao
Todas las ciudades permiten un sinfín de miradas. Su particularidad puede centrarse en los monumentos, la gente o los escaparates comerciales. Roberto Zarrabeitia (Buenos Aires, 1953) se ha detenido en captar en Bilbao los detalles que habitualmente pasan desapercibidos para el común de los humanos y los enseña estos días en la sala Elcano de la Fundación BBK. Es una exposición donde se descubren nuevos aspectos de un autor volcado profesionalmente en la actividad fotoperiodística.
Comenzó a publicar fotos en prensa durante los años de la transición. Primero fueron colaboraciones esporádicas, luego el diario Egin y en la actualidad forma parte del equipo gráfico de Deia. A este veterano reportero se le recuerda montado en su antigua Montesa para llegar salvando atascos al lugar de la noticia. Y, una vez en el escenario, de manera instintiva, encuadra y aprieta compulsivamente el obturador de sus cámaras para llevar hasta las páginas de su diario las imágenes más sobresalientes de algún evento deportivo, de reiterativas (en imagen) ruedas de prensa o de los altercados provocados en alguna manifestación (autorizadas o no).
Ahora Roberto nos lleva a una dimensión más personal. Nos muestra esas fotos que toma entre noticia y noticia, las que habitualmente no se publican, las que requieren una sensibilidad especial para llevarlas a cabo, las que descubren los pequeños pliegues del alma del realizador, las que desgranan otro Bilbao con sus curiosos detalles y a modo de piezas de un puzzle dan otro perfil de su geografía urbana.
En este curioso recorrido vamos descubriendo la textura, el color, la geometría de los adoquines que pisamos como autómatas sin prestar la mínima atención a su grado de belleza. Vemos que los portales no solo están encabezados por números borrosos o buzones para cartas con su esmalte descascarillado. Algunos exhiben con timidez el detalle de una rosa blanca sin espinas o un angelito protector. En el apartado tallas sobre paredes y escudos resulta muy curioso uno fechado en 1944 en el que un flotador con cuatro cabos sueltos acoge en su interior un simpático velero navegando por un agua de piedra pintada en azul.
No menos sugerentes y emotivos resultan los baldosines que anuncian el ya olvidado Servicio Municipal de Baños, el nombre de una empresa dedicada a los anhídridos carbónico y sulfuroso o unas escenas de caseros en el alféizar de una ventana. No menos atractivas resultan la vista general de la Universidad de Deusto reflejada en una cristalera próxima o los dos tejados de una fábrica plateados por el sol. En definitiva, un bonito paseo.
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