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Crítica:CLÁSICA | Pollini
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mozart como consuelo

Se aplazó hasta las nueve de la noche el comienzo del esperado concierto de Pollini en A Coruña, sin otro motivo que el de no interferir en la asistencia a las manifestaciones por los atentados terroristas de Madrid. Fue un acierto y las pegatinas alusivas abundaban en la sala: un paisaje insólito. El minuto de silencio, en esa situación emocional, fue impresionante. Era la respuesta más radical posible desde la música: el silencio. La respuesta más humana vino a continuación, con la compañía de Mozart, ese compositor que, como ha dicho Robbins Landon, tiene siempre la virtud de "consolar".

En el estrado, solidarizándose, Maurizio Pollini, ejemplo como pocos de ética y estética, al frente de una orquesta española de sonido cálido y mozartiano. No dirigía el gran músico milanés desde hace más de 20 años. Entonces fue una ópera: La donna del lago, de Rossini, en el festival de Pésaro.

Orquesta Sinfónica de Galicia

Dirección. Maurizio Pollini. Mozart: Conciertos para piano y orquesta 17 y 21; obertura de Las bodas de Fígaro. Solista: M. Pollini. Palacio de la Ópera de A Coruña, 12 de marzo.

Todo tuvo un ambiente camerístico, casi familiar. Pollini, muy contenido en el Concierto en Sol mayor, se alimentó de energía en la obertura operística de Las bodas y la volcó con fuerza e intensidad en el Concierto en do mayor para que la hermosura de la música abriese la puerta de las emociones, de los afectos, de la sensibilidad artística más asociada a la condición humana. Respondió la orquesta con el fraseo cálido y denso de las cuerdas y la elegante ligereza de los vientos. Pollini desplegaba con una inmensa facilidad su sabiduría pianística.

La peculiar reunión de una primera figura mundial de la música con una orquesta de espíritu joven desembocaba en una atmósfera de intimidad compartida. Era a lo que se aspiraba. Pollini, querido a rabiar por músicos y público, planteó un discurso musical lleno de humildad, de pasión, de dialogo. El concierto fue mucho más que un concierto al uso. Fue una reivindicación de la vida a través de la belleza, una inyección de moral frente al horror.

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