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Columna
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Amén

Ignacio, Elena y Diego no hacían pronóstico alguno sobre los resultados de las elecciones, que ahora mismo ustedes estarán leyendo. Pero los tres expusieron ayer con claridad meridiana que esos resultados estarían condicionados por los trenes de la muerte. Diego, con 22 años, e Ignacio, de 31, no matizaban ese votar condicionados del que hablaban. Elena, con 58 y mucho trabajo doméstico a sus espaldas, puntualizaba que el horror y la tragedia humana podría modificar la orientación del voto de bastantes electores, aunque en modo alguno modificaría la papeleta de los votantes de base o fijos, del PP conservador o del PSOE socialdemócrata. Diego, Elena e Ignacio indicaban con una claridad todavía mayor que el terror, el sufrimiento y la muerte sembrados el jueves pasado en las anchas tierras hispanas, limaban o coartaban la capacidad de decisión, a la hora de votar, de muchos ciudadanos. Es decir, limaban su libertad o la condicionaban. La rabia contenida, la preocupación por lo ocurrido o el dolor solidario e inmediato con las víctimas no propician un ánimo sereno y reflexivo junto a la urna. Elena y Diego, interventores del PSOE y del PP respectivamente en aquella mesa electoral de la periferia del Castellón de La Plana y del hormigón, veían como lógico que el vecindario acudiera masivamente a las urnas. A media tarde había acudido más del 60% de los votantes que tenían en sus listas, y comentaban el dato de forma muy positiva, quizás porque uno y la otra consideran el sistema democrático como el muro de contención frente al maremoto de la barbarie terrorista. Ignacio, que merodeaba con sus amigos y conocidos no lejos de la mesa electoral, no votó. Ignacio estaba circunstancialmente en Castellón, pero vive de una forma libre y sin trabajo fijo en el Teruel de las alturas y el frío, que también existe, entre Castellote y Aguaviva. El turolense que anda por la treintena "respeta" cuanto piensan y hacen los demás, según sus palabras. Ninguno de los tres había visto la película Amén. Esa película que narra mediante imágenes la connivencia y el silencio sospechoso de la jerarquía católica ante el horror y el exterminio que llevaba a cabo el nacionalsocialismo hitleriano. Esa película en la que aparece, entre secuencia y secuencia, un terrorífico tren. El tren, unas veces lleno y otras vacío en viaje de ida y vuelta, atraviesa la noche y es premonición de los campos del asesinato en masa de judíos, deficientes, republicanos españoles y tantos otros con derecho a la libertad y a la vida. No habían visto la película. Pero los tres vinieron a coincidir, sin rastro de sectarismo o partidismo interesado, que el irracional terrorismo que llenó de sangre Madrid hubiese podido también zarandear a los británicos, a los italianos, a los polacos, a los americanos o a cualquiera de los países participantes en una guerra innecesaria como todas las guerras. Una guerra que fue fatídica premonición de unos trenes de la muerte, que no siempre circulan por el mismo país. Al mozalbete, apoderado del PP en la mesa electoral, se le "revolvían las tripas" cuando pensaba en las discrepancias de los partidos en asuntos tan preocupantes como el terrorismo. El muchacho estudia diseño en la Universidad y quiere un futuro de paz y trabajo. Elena, la del PSOE, que tuvo a su abuelo en las cárceles franquistas, que crió tres hijos, hablaba de la necesaria unidad de los partidos en el tema. Ni el turolense, ni Elena, ni Diego vieron en el cine Amén. Da lo mismo: los unió el deseo de paz y libertad y cívica democracia durante la jornada electoral.

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