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La galería H2O presenta en Barcelona una exposición de objetos "desobedientes y autocomplacientes"

¿Qué pasaría si los objetos cotidianos perdieran interés en interactuar con sus propietarios? ¿Y si empezaran a desobedecer, buscando una forma de satisfacerse a sí mismos? No se trata del embrión de un guión de ciencia ficción, sino del impulso conceptual de la exposición de Roger Ibars, Self-made objects (Objetos hechos a sí mismos), que presenta la galería H2O en Barcelona hasta el 31 de marzo.

Más allá de la evidente paradoja, el planteamiento se basa en un análisis del diseño de objetos y de la forma en que los usuarios los experimentan e interactúan con ellos a través de la tecnología. Uno de los proyectos que recoge esta idea es un libro acompañado de un CD-ROM (que se puede adquirir en la exposición), donde se presentan ocho objetos cotidianos rediseñados para que puedan experimentar sus propias funciones en contradicción con el uso para el que fueron concebidos. Entre ellos destacan la balanza de cocina autosatisfecha, que se pesa a sí misma; la grabadora auto-complaciente, que graba los sonidos de sus mecanismos, y el teclado egoísta, que inutiliza todas sus letras para que sólo se pueda escribir su propio nombre. "Son objetos hedonistas y satisfechos, que alcanzan una experiencia de autorrealización, manteniendo su integridad objetual", explica Roger Ibars, artista barcelonés que actualmente vive en Londres.

La exposición presenta ocho vídeos, con las animaciones de los objetos experimentando sus funciones, así como dos instalaciones: Auto-aburrida, un televisor que se hace zapping a sí mismo, y Auto-control, un televisor que se apodera del mando a distancia dejando ver sólo las secuencias más oscuras de la película Alphaville (1965), de Jean-Luc Godard, un clásico sobre el tema del control.

La misma mirada crítica hacia los objetos cotidianos se refleja en la serie Hard wired devices (Objetos cableados), que recoge un conjunto de piezas creadas a partir de aparatos electrónicos de la década de 1980 conectados entre ellos, como los relojes que se ponen a la hora con el mando del Scaletrix o disparándoles con un fusil Nintendo de 1989, prácticamente una pieza de arqueología contemporánea. "Todos son objetos de éxito, pero también hay unas proyecciones dedicadas al drama de los que no consiguen tener experiencia de sí mismos", apunta Ibars.

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