Nuestro Madrid /4
Vivo en Madrid Sur, en Vallecas, vaya, a 100 metros del apeadero de El Pozo, enfrente del lugar que ha sufrido el atentado terrorista que a las 7.40 del pasado 11 de marzo hizo vibrar temiblemente mi vivienda y todos sus cristales.
Mi hijo mayor coge diariamente el tren que pasa alrededor de las ocho para llegar al instituto y mi hija pequeña todavía tiembla a las 23.30.
Cuando mi hijo y yo bajamos juntos para acercarle en coche al instituto contemplamos delante de nuestras narices el horror del terrorismo: angustiosas imágenes, quebrados comentarios, ensordecedoras sirenas, desquiciada incertidumbre, miradas perdidas, llanto, sangre, muertes, catástrofe.
Mi familia y mis amigos siguen viviendo, afortunadamente, y lo sé porque los teléfonos no pararon de sonar hasta las once de la noche. Yo sigo aturdido y conmocionado, mis ojos nublados escuchan tibias y cúbitos desparramados; mis oídos ven desolación, desesperanza, desesperación, impotencia, mucho miedo... Condeno enérgica y firmemente este atentado, cualquier guerra, dictadura o forma de violencia; y me solidarizo con toda la sensibilidad que soy capaz de trasmitir con las familias de todas las víctimas siempre inocentes.
Mi crónica no era ésta, intentaba diferenciar las distintas alternativas que tenemos el próximo domingo [por mañana], día de elecciones generales. Es por esto que propongo lo siguiente: Que el terrorismo de cualquier tipo y clase no cambie nuestra conducta respecto al voto, que, si deseábamos un cambio antes del 11 de marzo pasado, votemos cambio; y, si queríamos más de los mismo, votemos en este sentido.
Ahora no quiero aludir a las diferencias sino a las semejanzas de todo ser humano y sus ilusiones.
La mejor demostración, la mayor manifestación en contra de cualquier forma de terrorismo es perder el miedo que nos han metido en el cuerpo; y, aunque pensemos distinto, nos cojamos de la mano y salgamos juntos a votar masivamente para conseguir la más alta participación de la historia en la fiesta de la democracia que tenemos el domingo.
Salgamos con rabia pero civilizadamente, aunque nos mordamos los labios; con luto pero serenamente, aunque nos atormenten las trágicas imágenes; expresemos nuestra repulsa todos unidos con la mejor arma que tenemos: la palabra; independientemente del color de nuestra chaqueta pronunciémonos con un objetivo común: defender nuestra vida, nuestra libertad y nuestra democracia con la esperanza de un futuro más cierto.
Me gustará escucharos a todos el domingo en las urnas.
Mucho ánimo a la ciudadanía de Madrid y a toda la sociedad española que, estoy seguro, demostrará una vez más su madurez. Un fuerte abrazo.
