Los partidos esperan una afluencia masiva a las urnas en respuesta a los atentados
Casi dos millones de jóvenes, que estrenan su derecho al voto, pueden inclinar la balanza
No hay precedentes en los países democráticos de unas elecciones generales celebradas inmediatamente después de un atentado tan brutal como el que provocó el jueves 200 muertos y más de 1.400 heridos. Nadie sabe cuál puede ser el efecto sobre los 34.563.545 votantes convocados hoy a las urnas, 72 horas después de la matanza. Como tampoco se sabe cómo reaccionará el electorado ante la falta de información sobre los autores del atentado. Lo único seguro es que los expertos prevén una participación muy alta y que esta noche electoral será la más triste de nuestra historia. Nadie tendrá ánimos para celebrar su victoria.
Zapatero rechazó la petición de su Ejecutiva de que atacara la gestión del Gobierno en la crisis
La conmoción por la masacre de Madrid hizo casi olvidar una campaña muy activa
La diferencia en estas elecciones, y saber si el PP pierde o no su mayoría absoluta, la puede marcar la participación de 1.957.912 nuevos votantes jóvenes, que tradicionalmente registran un elevado índice de abstención y que quizás se movilicen, en un sentido o en otro, ante la brutalidad del atentado.
La conmoción que provocó la masacre de Madrid hizo desaparecer como por ensalmo la campaña electoral. Ésta será una jornada extraña porque la mayoría de los votantes hace tres días que dejó de hablar de las elecciones y porque los candidatos han desaparecido prácticamente de los medios de comunicación o se han centrado en un papel institucional. Pero aunque hoy resulte casi imposible recordarlo, la realidad es que antes del 11-M y durante muchos días, los principales partidos políticos de este país han desarrollado una intensa campaña electoral, que parecía cada vez más reñida.
La campaña empezó el 27 de febrero, con los candidatos de los dos partidos con más posibilidades de llegar a la presidencia del Gobierno lanzados a un loco recorrido, con dos y tres actos electorales por día. PP y PSOE presentaron, además, detalladas ofertas electorales, quizás más numerosas y concretas que en campañas anteriores.
Se suponía que Mariano Rajoy, el candidato popular, salía con ventaja, porque las encuestas le daban varios puntos de diferencia con el PSOE. Quizás por ello, el candidato del PP fue quien estuvo sometido a mayor presión: su partido arrancaba con mayoría absoluta y el gran interrogante era saber si Rajoy sería capaz de mantenerla o no. A su favor jugaban los éxitos del Gobierno de José María Aznar, y en contra, sus fracasos. El 11-M ha añadido, sin duda, una pesada carga a esa herencia en el capítulo de la lucha antiterrorista y de responsabilidad por la participación española en la guerra de Irak.
La campaña del candidato popular fue objeto de algunas críticas entre sus propias filas, porque algunos la consideraron excesivamente moderada y le atribuyeron el progresivo deterioro del voto que reflejaban las encuestas. Pese a todo, Rajoy defendió su talante contra viento y marea y desarrolló una campaña de tono no agresivo basada en su experiencia y su garantía de estabilidad como su gran oferta electoral. Los ataques más brutales contra el candidato socialista corrieron a cargo de José María Aznar y de su equipo.
Para José Luis Rodríguez Zapatero, la campaña electoral se desarrolló en muy buenas condiciones. Las encuestas reflejaron un progresivo acercamiento al PP y un fortalecimiento de la figura de Zapatero como dirigente nacional que llenó a los socialistas de renovadas energías. El 11-M detuvo su espectacular fin de campaña e introdujo un nuevo elemento de difícil análisis. Una parte de la dirección del PSOE planteó una actitud más crítica con la gestión de la crisis. El convencimiento de que Aznar y el ministro del Interior, Ángel Acebes, estaban reteniendo información sobre el atentado y la irritación por el comportamiento del director de los Servicios Informativos de TVE, llevó a algunos dirigentes socialistas a pedir a su candidato un cambio de última hora en su línea de moderación. El enfado subió varios grados al comprobar que Aznar se negaba a convocar el Pacto Antiterrorista o a reunir a los partidos políticos para convocar juntos la manifestación y dar una imagen de unidad ante el peor atentado registrado nunca en Europa.
(En Andalucía, donde hoy también se celebran elecciones autonómicas, el presidente de la Junta, Manuel Chaves, sí celebró una reunión institucional con todos los partidos, hecho que agradeció públicamente la candidata popular Teófila Martínez).
Zapatero se negó a modificar su línea de moderación y exigió absoluta disciplina. La decisión de mantener una postura institucional sin fisuras fue estrictamente personal y consecuencia de ese liderazgo, reforzado por la campaña.
Pase lo que pase, esta noche, los analistas electorales se fijarán, sobre todo en las provincias en las que ya se sabe que un escaño puede "bailar" de un partido a otro por muy pocos votos. El 11-M hará que la atención se centre también en esta ocasión, y mucho, en Madrid, cuyos ciudadanos están todavía conmocionados, consolando a las víctimas y acudiendo a decenas de entierros.
Cataluña será también un centro de atención, aunque por otros motivos. El PP, que esperaba convertirse allí en la segunda fuerza política, teme ahora la gran irritación que parece haber provocado en la opinión pública la actitud del Gobierno en la crisis.
Sea quien sea quien gane las elecciones esta noche, lo previsible es que haga un llamamiento a la unidad y un ofrecimiento de colaboración con la oposición. En situaciones traumáticas, opinan los expertos, es más fácil llegar a acuerdos y que los políticos adopten posturas flexibles. Incluso si no existe una mayoría clara y el partido más votado busca una alianza, es posible también que el clima de dolor y el deseo de unidad que ha provocado el atentado, facilite las operaciones de coalición, especialmente con los nacionalistas catalanes. Gane quien gane, habrá un antes y un después del 11-M.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.