Solidaridad con Madrid / 8
Hace un par de días pensé en escribir una carta como recuerdo y homenaje a Ricardo Ortega y a todos los corresponsales de guerra, a quienes respeto y admiro profundamente. Pero la actualidad avanza implacable y una noticia nos remueve las entrañas y nos hace apretar los puños y la mandíbula llenos de rabia e impotencia. Veo a los periodistas: rostro serio, ceño fruncido, intentando, a duras penas, contener las lágrimas, mantener la cabeza fría. A su alrededor, escombros, llanto, sangre, miradas perdidas, desolación, caos. Quiero ser periodista y, sin embargo, no puedo dejar de llorar. Lágrimas amargas que tiñen de tristeza las calles de Madrid, las vías de tren destrozadas, los vagones reventados... Gente corriendo sin saber bien adónde, llorando, maldiciendo. Sirva esta carta como homenaje a los que cuidan, calman y curan; a los que buscan entre los escombros, a los que desactivan bombas y apagan las llamas. Y homenaje también a quienes, micrófono en mano, se mantienen firmes en medio de ese caos y nos lo dan a conocer. A todos ellos, gracias. Y a las víctimas, todo mi cariño y un mensaje: no estáis solos.
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