La maestra de adultos de Móstoles quiere volver a su escuela
María Teresa Rodrigo Sanjuán (40 años), maestra de alfabetización de adultos al servicio del Ayuntamiento de Móstoles, recibió el alta ayer a mediodía en el hospital 12 de Octubre. Tenía el párpado izquierdo amoratado y un pequeño rasguño en la cara, como únicos signos externos de la tragedia que vivió.
Vive en El Pozo del Tío Raimundo y cambia en Atocha de convoy para trasladarse a Móstoles, donde da clases matinales a dos grupos de mayores.
Iba de pie en el tren charlando con un vecino. "No escuché la explosión. De pronto me vi intentando levantarme en medio del amasijo de hierros. No veía a nadie a mi alrededor. No había puerta. Salí del tren con mucha dificultad. Intentaba buscar el móvil. Lo encontré. Llamé a mi chico, a mi cuñado a mis hermanas. No encontraba a nadie. Localicé a una cuñada que trabaja en La Paz para que avisara a la policía. Tardaron muchísimo tiempo en llegar". Su hermano y su chico la corrigen. Llegó a las 8.14, porque ya estaba ingresada en el 12 de Octubre cuando fueron a verla una hora después.
Su vagón fue de los que estalló en medio de las vías, frente a la calle Téllez. Cree que se salvó porque iba de pie. Intentó ayudar a la gente de su alrededor. A uno le faltaba una pierna, a otro un brazo.... Cruzó unos 400 metros de vías hasta que alcanzó la valla exterior. De pronto se vio dentro de un coche de la policía junto a otras cuatro personas. Una de ellas iba muy mal, tumbada. Tenía algo muy grave en una pierna. Le han dicho que está en la UVI del hospital. A ella le hicieron unas pruebas en urgencias e inmediatamente la enviaron a la 4ª planta y de ahí al examen del otorrino. Le han dicho que tiene una fisura en el oído derecho. Poco después de que le dieran el alta en el hospital vio a su médico de cabecera. No pudo concertar una cita con el especialista para que revise su oído porque el ordenador estaba estropeado.
Relata su vivencia con una sonrisa algo perdida como si aún permaneciera en una burbuja de silencio, la que le impidió escuchar el estampido de la explosión.
Por la tarde, ya en casa, se sentía aturdida y saturada por el alboroto de la gente que la quiere y la fue a visitar. No sabe cuándo podrá volver a la rutina de sus clases de alfabetización. Quiere hacerlo cuanto antes. Pero no lo hará hasta que su oído derecho se haya recuperado.
Cuando llegue el momento del encuentro está convencida de que sus alumnas,unas veteranas amas de casa entre 50 y 60 años a las que enseña a leer, no le pedirán que les explique cómo ocurrió. "La gente mayor ve la vida de una manera diferente a la de un niño. Está en el mismo plano que tú. No me preguntarán lo que viví, sino cómo me siento internamente. Desarrollarán sentiminientos de identidad con mi dolor, como cuando se enteraron de que iba en el tren. Se echaron a llorar".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.