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Tribuna:MATANZA EN MADRID
Tribuna
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ETA mata y se suicida

Nunca los terroristas de ETA habían realizado un atentado indiscriminado contra civiles como el del 11 de marzo. Siempre se habían protegido con algún tipo de excusa que, ante su gente y ante sí mismos, les permitiera desviar la responsabilidad hacia otro sitio. Incluso en el atentado de Hipercor en junio de 1987, la existencia de un aviso previo les sirvió para no asumir la culpa de aquellas 21 muertes. Lo del 11 de marzo ha sido distinto a todo lo anterior. Es cierto que en el atentado de la Cafetería Rolando de la calle Correo de Madrid, en septiembre de 1974, hubo una matanza indiscriminada en la que murieron trece personas. Aquella bomba iba destinada a la policía, cuyas dependencias estaban pegadas a esa cafetería. Pero de los trece muertos, sólo uno era miembro de las Fuerzas de Seguridad. El resto eran civiles. Y, en cualquier caso, dada la magnitud de aquella tragedia, ETA nunca se atrevió a asumir su responsabilidad en ese atentado. Hasta el día de hoy no ha reconocido que fue la autora de aquella tragedia.

ETA está muerta. No podrá sobrevivir a la barbarie de esta masacre

Esta es la primera vez en que se produce un atentado indiscriminado, dirigido contra civiles, y sin aviso previo. Todo el discurso que ha venido manteniendo ETA durante más de 30 años, según el cual ETA no mata a inocentes, o si los mata es como consecuencia de accidentes o de errores, se ha venido abajo. ETA ha matado siempre con motivos, motivos que evidentemente sólo eran aceptables para los suyos, pero con motivos al fin y al cabo. Policías, guardias civiles y militares por un lado, por ser responsables de la "ocupación" española del País Vasco; civiles acusados de confidentes, narcotraficantes, o ultraderechistas; funcionarios de prisiones, por la dispersión de presos; políticos, por el enconamiento del "conflicto"; empresarios, por no pagar el impuesto revolucionario. Como consecuencia de estos atentados intencionados, han muerto multitud de civiles que no entraban en los planes de ETA, pero, insisto, los terroristas siempre tenían una "explicación" o una "salida" que les salvara la cara ante su público.

Todavía el 22 de febrero de este año, en la entrevista con ETA publicada en Gara, los terroristas, preguntados si matan a gente que no piensan como ellos, respondían en estos términos: "ETA no actúa nunca contra nadie porque tenga 'ideas distintas'. Realizamos acciones armadas contra los responsables políticos españoles". El atentado del 11 de marzo supone una ruptura completa con esta línea de argumentación. ETA ha terminado de superar la última barrera o restricción moral o política que pudiera tener en la selección de víctimas, asimilándose definitivamente a las organizaciones más sangrientas que conocemos, como Hamás en Palestina o Al-Qaeda.

¿Qué conclusiones podemos sacar de este atentado? Claramente, parece que se trata de un atentado terminal, desesperado, consecuencia tal vez de que el sector más militarista e intransigente dentro de la organización haya decidido una acción espectacular dados los golpes policiales que ha sufrido en los últimos meses y dado el fracaso de las vías más políticas, como la frustrada propuesta de Bergara de constituir listas conjuntas para las elecciones generales entre nacionalistas democráticos y personas de la antigua Batasuna.

Como el atentado de Omagh el 15 de agosto de 1998 de una rama del IRA conocida como IRA real, que asesinó a 29 personas (sin incluir los dos futuros hijos de dos mujeres embarazadas muertas), sólo cabe esperar que esta insólita masacre sea la señal del fin definitivo de ETA. ETA ha completado su ciclo histórico. El primer asesinato intencionado de ETA fue el de Melitón Manzanas el 2 de agosto de 1968. Este policía fue un conocido torturador. Una de sus víctimas, José Luis López de la Calle, fue tiroteado por los etarras el 7 de mayo de 2000. Pero la primera víctima en la historia de ETA fue Begoña Urrosi, una niña de 18 meses que murió en 1960 como consecuencia de una bomba, también en una estación de tren, en la estación de Amara de San Sebastián. Probablemente ETA haya acabado su trayectoria con otra bomba en otra estación este 11 de marzo. La muerte de Begoña Urrosi, nunca reconocida por ETA, fue sacada del olvido por Ernest Lluch, asesinado por ETA el 21 de noviembre de 2000. El ciclo se ha cerrado. ETA está muerta. No podrá sobrevivir a la barbarie de esta masacre.

Ignacio Sánchez-Cuenca es profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.

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