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HOSPITAL INFANTIL DEL NIÑO JESÚS | MATANZA EN MADRID | Atención médica

La pulsera de oro de Patricia

Un desconocido entrega a los médicos un bebé herido en la explosión

Patricia es un bebé de ocho meses, rubia, de ojos azules y con una pulsera de oro en la muñeca con su nombre inscrito. Ayer viajaba con sus padres en uno de los trenes en donde los terroristas hicieron estallar una de las bombas. Cuando los vagones saltaron por los aires, cuando sólo había humo y olor a quemado y gritos de horror, un médico residente del Gregorio Marañón, que se dirigía a su trabajo, encontró a Patricia, tirada en el andén, sola, en medio del horror.

La recogió del suelo y lo más rápido posible la llevó al Hospital infantil del Niño Jesús. Allí la dejó en manos de los médicos, que la ingresaron en la UVI por sufrir aplastamiento en el pecho a causa de la detonación, contó el defensor del Menor, Pedro Núñez Morgades Su situación era grave pero durante unas cuantas horas ningún familiar la reclamó. En este hospital hay ingresadas otras cuatro personas.

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Mientras, Kati, de 27 años, polaca, muy rubia y con un piercing en la nariz, seguía en su casa por la televisión la información sobre los atentados de Madrid horrorizada como miles de ciudadanos. Pensó entonces en su hermana Yolanda, de 28 años; en su cuñado Wiesllaw, de 34, y en su sobrina, Patricia. Los tres cogían cada mañana el tren de cercanías desde la estación de Asamblea de Madrid-Entrevías hasta Atocha. Allí dejaban al bebé en casa de una amiga para que cuidase de ella mientras ellos trabajaban. Yolanda como empleada de hogar y Wiesllaw en una obra. Viven en España hace unos 10 años, según Kati. El resto de su familia está en Polonia.

A las 8.30, Kati llamó a su hermana para asegurarse de que estaban todos bien, de que no había ocurrido nada, cuenta la joven en una sala del Hospital Niño Jesús. Pero el móvil de su hermana estaba apagado. No había forma de dar con ella. A las diez, la amiga donde su hermana deja a Patricia llamó a Kati con malas noticias: ni Yolanda ni Wiesllaw habían pasado por su casa para dejar a la niña. Kati, cada vez más angustiada, llamó entonces a otra amiga para que se acercarse hasta casa de su hermana en Entrevías, por si estuvieran todavía allí. Lo mismo se habían dormido. Pero no. En la casa tampoco había nadie.

Los minutos corrían y no había noticias. A Kati ya sólo le quedaba llamar a los teléfonos que la televisión y la radio repetían para informar a los ciudadanos. Preguntó por su hermana, por su cuñado y por su sobrina. Nada. Nadie le daba pistas. Sin embargo, alguien al otro lado del teléfono le preguntó si el bebe llevaba una pulsera de oro con el nombre de Patricia inscrito. Kati respiró, no había duda, era su sobrina.

A media tarde, Kati supo también que su hermana vivía. Estaba ingresada en el Hospital Clínico. "Casi no la reconocí", dice. Le acababan de operar de una mano y del intestino y no hacía más que preguntar por su hija y su marido. Del padre no se sabe aún nada. Al cierre de esta edición, Kati seguía buscándolo de hospital en hospital.

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