_
_
_
_
_
Reportaje:MATANZA EN MADRID | Cuarteles de Daoíz y Velarde

"Busquen a mi hijita de tres años, la perdí"

Nilsa Arrobo, herida ecuatoriana

Madrid

En la calle de Téllez, paralela a las vías donde se produjeron las explosiones, hileras de personas procedentes del tren Guadalajara-Madrid, muchas de ellas llorando, caminaban en dirección a la Avenida de la Ciudad de Barcelona para ganar el metro y los autobuses que por ella circulan.

Desde las inmediaciones de las vías, sobre las que se hallaba un tren completamente reventado, alguien grita a los vecinos "Por favor, arrojen mantas por las ventanas, por favor háganlo". Las mantas comienzan a bajar en bolsas y son recogidas por numerosos vecinos que corren con ellas hacia media decena de personas heridas que gimen en el suelo, envueltas en sangre y tierra. Una chica joven, rubia, con el pelo ensortijado, tiene espuma en la boca y sus ojos, color caramelo, idos. Sólo dice una palabra: "Papá". A su lado, un hombre joven, rubio, grueso, con una cazadora negra y un collar de cadena, expulsa sangre por la boca y dice que se llama Javi. Tirita con fuertes sacudidas y pide abrigo. Las mantas cumplen su primera función. En el contorno hay muchos más heridos, hasta cuarenta.

Más información
Dolor y solidaridad en los cuarteles de Daoíz y Velarde

Nilsa es una joven madre ecuatoriana que yace tendida en el suelo. La acaban de envolver en una manta clara. Tiene una gran herida en la sien izquierda y se queja de fuertes dolores en el pecho y los hombros. Vive en la calle de Calera, en Vallecas, según dice con voz queda. "Iba con mi niña, de tres años. La llevaba en mis brazos, sin carrito. Se llama Jennifer Fajardo Arrobo".

- ¿Es rubia, trigueña?

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

- "No, es morena, con el pelito rizado".

- ¿La llevaba en cochecito?

- "No, la vestía con una casaquita rosa", comenta con los ojos detenidos en un punto detrás de los ojos de quien la mira. Es un gesto grave, de tristeza.

- "Busquen a mi hijita, por favor".

Un hombre maduro coge su mano. "La estamos buscando, le dice".

Ella le pide el teléfono móvil para informar a su marido.

"Milton, cariño", le dice conmovida, "no encuentro a la niña, viajaba en mis brazos... Qué pena tan grande".

"¿Dónde estoy? No lo sé. Un señor acá dice que es un polideportivo, pero yo no lo sé...".

Los traslados de los heridos se realizan con extrema lentitud. No hay asomo de coordinación. Hasta pasadas las diez, no comienzan a llegar camillas con ruedas. Las plataformas de asiento de varios bancos metálicos, que alguien, presumiblemente los bomberos, han cortado, sirven para trasladar a algunos heridos.

Nitxa espera casi dos horas hasta que es trasladada a una ambulancia, una vez que lo decide Carlos Blanco, uno de los escasos médicos que ha de atender más de 70 heridos del atentado -cinco de ellos mueren aquí-, echados sobre el pavimento del polideportivo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_