Algo huele a podrido en el hipódromo
Dos jinetes han sido suspendidos en el Reino Unido por su sospechosísima forma de caer derrotados en las carreras, en las que se han disparado las apuestas a caballo perdedor
Algo huele a podrido en los hipódromos ingleses y no parece que sean sólo las heces de los caballos. En apenas una semana, con tres casos sospechosos y dos jinetes suspendidos, el deporte favorito de reyes y reinas parece tan corrupto en la realidad como en las películas. El pasado martes, Kieren Fallon, uno de los mejores jinetes de las islas británicas, perdió una carrera que tenía en el bolsillo al aminorar el galope de su caballo de manera sospechosísima. Días después, otro jinete, Sean Fox, prácticamente se tiró del caballo en plena galopada, aunque asegura que perdió el equilibrio. Entretanto se ha sabido que cuatro personas (un entrenador, un veterinario y dos jinetes) han sido acusadas de hacer competir a un caballo a sabiendas de que estaba cojo.
Más allá de la llamativa coincidencia de tantas irregularidades, nada de esto sería particularmente escandaloso si no se dieran dos circunstancias añadidas. La primera, la sospechosa importancia que están adquiriendo las apuestas no ya a caballo ganador, sino a caballo perdedor. La segunda, que había habido llamativos movimientos de apuestas en la carrera de Fallon y que el propio jinete había pronosticado antes de la carrera quién sería el ganador y que no sería él.
El Jockey Club, el organismo encargado de velar por la pureza de las carreras de caballos, había recibido un aviso de que algo se movía en torno a las puestas de una de las carreras que se iban a correr el martes 2 de marzo en el hipódromo de Lingfield. El club ordenó a los controladores del recinto que vigilaran esa carrera con especial atención. Las apuestas a caballo ganador daban como favorito a Rye, pero al embocar la recta final lideraba la carrera Ballinger Ridge, con el experto Kieren Fallon a su grupa.
Fallon, irlandés de 35 años, es un jinete carismático y polémico, que con su combinación de coraje y paciencia ha ganado todas las clásicas inglesas excepto una (Saint Leger), se ha proclamado en seis ocasiones mejor jockey del año entre 1999 y 2003, el año pasado estableció una marca de 221 victorias y en las tres últimas temporadas ha acumulado 536 triunfos. A pesar de ese impresionante palmarés, Fallon cometió el error de reducir drásticamente el galope de su montura a apenas unas decenas de metros de la meta. Tanto la redujo, que perdió la carrera.
Una derrota sospechosa, a la luz de las evidencias de movimientos extraños en las apuestas. Pero algo más que sospechosa, a la luz de la información publicada este domingo por el tabloide News of The World: el jinete, que creía que estaba hablando con simples apostantes, les había adelantado una semana antes que iba a perder esa carrera y que el ganador sería Rye. Demasiadas coincidencias para que el gran público no llegue a la conclusión de que la carrera estaba amañada y que Kieren se dejó ganar porque algunos, probablemente él mismo, se embolsaban dinero con la derrota.
El Jockey Club le ha sancionado con una suspensión de tres semanas por las deficiencias de su monta y ha abierto en paralelo una investigación sobre las acusaciones del News of the World. El jinete y muchos expertos dicen que no fue más que un error de cálculo, pero si las autoridades concluyeran que el error de Fallon fue deliberado, podrían suspenderle de por vida.
También ha suspendido por tres semanas a Sean Fox, un jinete que literalmente se tiró de su caballo en el hipódromo de Fontwell cuando estaba en buena disposición para ganar la carrera. Su caída premió con 150.000 euros a unos 600 apostantes que habían jugado por la derrota del caballo que montaba Fox.
Las apuestas a caballo perdedor son legales desde que se legalizaron las casas de apuestas en 1961, pero ahora están en el ojo del huracán. Los expertos dicen que, utilizada de buena fe, es una práctica positiva porque favorece las posibilidades de victoria a muchos pequeños apostantes. Pero toda apuesta por una derrota es sospechosa en sí misma porque es infinitamente más fácil amañar una derrota que una victoria. Y desde que hace tres años empezaron a popularizarse las apuestas a través de Internet, los pronósticos a caballo perdedor se han multiplicado de manera curiosa y están dejando un intenso aroma a podredumbre en el hipódromo.
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