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Crítica:CLÁSICA | Orquesta Sinfónica de Berlín
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Sutileza y desmesura

La Berliner Sinfonie Orchester visitó Madrid en 1978 y 1983, cuando era su titular Günther Herbig (1931), y vuelve ahora con su actual maestro, bien conocido de nuestro público, el israelita Eliahu Inbal (Jerusalén, 1936), de larga y brillante labor en la Radio de Francfort o en La Fenice de Venecia. Quizá su primera actuación española, en febrero de 1972, fue la dedicada enteramente a Gustav Mahler con dos ciclos de lieder y la Décima sinfonía que terminara Deryck Cooke. En esta ocasión, Inbal y la BSO, hoy formación residente en la Konzerthaus de la capital alemana, han ofrecido la sinfonía menos frecuentada de Mahler, la número 6 en la menor.

No es cuestión de volver, una y otra vez, al caso Mahler, quien en sus sinfonías 5ª, 6ª y 7ª "persigue ante todo la ampliación de la idea sinfónica", según comenta Bruno Walter. El gran director berlinés (1876-1962), 16 años menor que Mahler, dejó estudios, recuerdos y correspondencia capaces de sentar las bases para la mejor y más humana -también más afectiva- comprensión del maestro. Y es Walter quien se refiere a la Sexta sinfonía -en línea con la anterior y la siguiente- como algo "de un pesimismo escalofriante". "La vida es una carga, la muerte deseable, la existencia odiosa" podría ser, para Walter, lema de la sinfonía denominada a veces por su autor como Trágica. Ese mundo, afanosamente trascendentalista, se prolonga durante 80 minutos y constituye, en la realización musical y la ensoñación ideológica, un sinfonismo difícil e inteligente, en el que los desarrollos parecen, más de una vez, de mayor elevación que las ideas básicas y reconocibles por recurrentes en el repertorio mahleriano.

Ciclo Orquestas del Mundo

Berliner Sinfonie Orchester. Director: Eliahu Inbal. Sexta sinfonía, de Mahler. Auditorio Nacional. Madrid, 9 de marzo.

Los músicos berlineses, un conjunto apto para toda empresa, un tanto abultado en la constancia de los fuertes y otro tanto en la exageración de la calidad sonora, sirvieron con prontitud e intensidad a las propuestas de Inbal, dúctiles para cualquier repertorio -incluido Mozart o músicas últimas-. En todo caso, valía la pena el retorno o la nueva visita a esta sinfonía infrecuente y a su hábitat en no escasa medida desazonadora. Todo ello explica los largos aplausos y el mismo hecho de que no se convirtieran en clamor.

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