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Impresiones de campaña | ELECCIONES 2004
Columna
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Vértigo en la recta final

Miquel Alberola

El vértigo se ha apoderado del PP en la recta final de las elecciones: temblores de piernas y obstrucciones en la faringe constituyen sus principales síntomas. Son muchas las encuestas, incluidas las internas, que aunque señalan al PP como ganador de los comicios no garantizan su mayoría absoluta. Y ese escenario, que impondría un nuevo orden basado en la necesidad de apoyarse en otros partidos más allá de Coalición Canaria, se percibe como una derrota. Sobre todo, si ese apoyo va a depender de Convergència i Unió, partido en el que cunde la impresión de que su actual debilidad en Cataluña es consecuencia directa de sus anteriores pactos de legislatura con el PSOE y el PP. Y que además quedó incapacitado en las urnas para rentabilizar los beneficios de cualquier pacto mediante inversiones del Estado en Cataluña. La posibilidad de ese escenario, que sin duda recuperaría el Congreso de los Diputados para la política (con debates y comisiones de investigación), ha encendido todas las luces rojas en el PP.

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Sin embargo, frente a esa amenaza que ya ha levantado la tapa de las euforias en la oposición, el PP tiene una sólida renta de situación que le puede ayudar a salvar los muebles en el último momento. Por una parte, es el único partido de la derecha en el mercado. La inmensa horquilla que va de Blas Piñar a Eduardo Punset está contenida en sus siglas, lo que garantiza que no se pierda un solo voto de su vasto depósito sociológico. Es cierto que a los comicios también concurren diversas falanges y legiones como España 2000, aunque su lenguaje truculento parece diseñado a propósito para asustar al electorado hacia el PP. El otro factor es la inmensa biodiversidad de la izquierda, que se le ofrece al PP como un colosal caladero de repesca, puesto que la ley D'Hont siempre favorece al partido más votado con todos aquellos sufragios de los partidos que no llegan a cuajar en escaños. Y otro tanto ocurre con el voto en blanco, el nulo o la abstención. Y ésa es la bala de plata que el PP guarda en la recámara.

Aparte de esos inconvenientes electorales para una alternativa, el principal partido de la oposición no ha conseguido despejar del todo la sensación de que José Luis Rodríguez Zapatero no tiene toda la autoridad en el PSOE, a pesar del extraordinario repunte que su liderazgo ha experimentado durante la campaña. A esa falta de cohesión, que le resta consistencia al partido como opción de gobierno, han contribuido de manera determinante Juan Carlos Rodríguez Ibarra y José Bono, incluso Pasqual Maragall. Pese a ello, al PSOE sólo le cabe aumentar sus diputados de acuerdo con las tendencias marcadas por las encuestas, mientras que al PP le auguran lo contrario: sus respectivas líneas ya tienden a cruzarse. ¿Chocarán?

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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