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ANDALUCES | ELECCIONES 2004 | Andalucía

"A alguien habrá que agradecerle que cerrarán las fábricas de emigrantes"

Dice María Leal que en Andalucía ya se cerraron las fábricas de emigrantes. Que ya hace más de 20 años que nadie llega de allí como llegó Francisco Machado Quesada, "con una maleta de palo reatada con cuerdas", aquella noche del 15 de agosto de 1956 que tuvo que dormir en un banco de El Arenal de Bilbao. Que ya nadie tiene que vivir el drama rotundo que vivió ella misma cuando, a finales de los setenta, se vino llorando desde la playa de Conil hasta la de Ondarroa, más de mil kilómetros de los de entonces, buscando a su marido que estaba embarcado. Dice María que ella ni sabe ni quiere hablar de política, pero que "a alguien habrá que agradecerle que en Andalucía ya no haya fábricas de emigrantes".

Ahora María vive en Ermua, justo en el límite de las provincias de Vizcaya y Guipúzcoa. Ella, como muchos de los 70.000 andaluces que llegaron a Euskadi entre las décadas de los sesenta y los setenta, vive atrapada entre un pasado que le gustaría recuperar y un futuro que se lo impide. "Ni yo ni ninguna de estas nos podemos volver", explica María señalando a sus amigas del Centro Cultural Andaluz de Ermua, "¿cómo nos vamos a ir de aquí sin nuestros hijos...? Ellos nacieron aquí y tienen hijos aquí. Yo echo de menos mi Cádiz todos los días de mi vida. Pero no podría vivir echando de menos a mis hijos y a mis nietos".

Así que todos las días María acude al centro andaluz, unos para hacer gimnasia, otros para bailar sevillanas y todos para curarse de la nostalgia. "Hay algunas que nos hemos adaptado bien", cuenta, "pero otras siguen sufriendo lo suyo con el idioma. El otro día me encontré a Carmen, una señora de unos setenta años, que iba gritando por la calle ¡oye, oyeeee! y nadie le hacía caso, así que me acerqué a preguntarle ¿a quién llamas, Carmen? y ella me dijo: a mi nieto, hija, que lo va a coger un coche". Las amigas de María se ríen antes de que termine la historia, y ella aclara en voz baja: "Es que el nieto de Carmen se llama Oier, un nombre vasco, y por eso la criatura ni respondía".

Igual que en las tabernas antiguas se prohibía el cante, en los centros andaluces de Euskadi no está permitido hablar de política. "Es la única manera que tenemos de llevarnos bien", explica Antonio Hueso Galán, de 74 años.

Antonio salió en 1955 de su pueblo, Teba (Málaga), y trabajó en Francia y Alemania antes de llegar a Barakaldo, donde en la década de los sesenta llegó a haber hasta 1.800 trabajadores procedentes de su mismo pueblo. Ahora, ya jubilado, comparte las horas muertas en el centro andaluz de Barakaldo con sus amigos Francisco Machado Quesada, Enrique Salguero -ambos de Teba- y José Córdoba, de Rute (Córdoba). La estética de este centro andaluz es muy parecida a la del de Ermua: paños de croché blancos y verdes, cuadros de la Virgen del Rocío, fotos de toreros antiguos y arcos de mampostería simulando la Mezquita. Aunque Antonio Hueso insiste en que la política es asunto vetado, basta plantear un pequeño cuestionario para averiguar por dónde van los tiros. ¿Quién es el candidato socialista? "Chaves", contestan a coro los andaluces de Barakaldo. ¿Y quién se presenta por el PP? "No tenemos el gusto de conocer a ese señor", responden las andaluzas de Ermua.

Al final, tanto unas como otros hacen un aparte para saltarse la prohibición: "¿Usted sabe cuál es la suerte que tiene el PP aquí...? Que nosotros estamos censados en Euskadi y no podemos votar a Chaves".

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