Sensibilidad y energía
Precioso programa el último de Frühbeck con la Orquesta Nacional. Tenía la novedad de retornar a dos sinfonías fundamentales en la historia y en el repertorio: la Renana, de Schumann, y la Quinta, de Beethoven. A veces convienen estas vueltas a lo habitual, a las piedras pilares de tantas cosas como han sucedido después. Escuchar al maestro burgalés el sinfonismo germano supone una garantía, pues comporta una herencia de los "viejos" y grandísimos maestros, esto es, una riqueza acumulada por el saber y la experiencia.
Cuarenta y tres años separan los estrenos de la Quinta (Viena, 1808) y la Renana (Düsseldorf, 1851). La plantilla orquestal, en principio, es casi idéntica, pero no lo es el ideal sonoro de uno y otro autor. En algún sentido podría parecer Schumann el anterior y Beethoven el posterior, ya que en la Sinfonía en do menor dio con la perfección absoluta en el proceso creativo, capaz de derivar desde la sustancia el equilibrio de la forma, sinfonía sentida y pensada, aparentemente, como un único bloque, originada en un breve motivo de cuatro notas. En Schumann la impresión o vivencia del Padre Rhin, discurre por vías de una afectividad diferente. Son cosas bastante sabidas, mas la música viva, el imperativo de lo inmediato, es algo muy superior a toda disquisición y estudio.
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Director: R. Frühbeck de Burgos. Obras de Schumann y Beethoven. Auditorio Nacional, Madrid, 5, 6, y 7 de Marzo.
La Orquesta Nacional se comportó con entrega en un momento un tanto comprometido por la convivencia de instrumentalistas de espaciadas generaciones. No hay que tener más prisa de la necesaria y la renovación de todo organismo colectivo se hizo siempre, por fortuna, de uno en uno, esto es, por la vía más humana. El entusiasmo de la audiencia, que consecuentemente también se renueva día a día, fue grande y a tono con la sensibilidad schumanniana y el impulso energético de Beethoven.
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