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DON DE GENTES
Columna
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Garbancito

Elvira Lindo

EL DISEÑO (ay) nos ha hecho mucho daño. Quisiera contar cómo el diseño puede causar daños irreparables en un matrimonio como el mío. Por cierto, como ya dije, existe una petición formalizada en el Ministerio de Cultura para que dicho matrimonio (el mío) sea justamente declarado "Matrimonio de la Humanidad". El nombramiento aparecerá en el BOE. Yo me haré eco. Pero volvamos al doloroso tema del diseño. Este matrimonio ejemplar se fue la semana pasada a Barcelona a realizar asuntillos personales que a ustedes no les incumben, qué caramba, porque aunque no lo crean yo tengo una vida íntima. Como Rajoy, al que la revista Zero, con maliciosillas segundas intenciones, coloca en su portada con semejante titular: ¿Podría sacarse del armario a un presidente del Gobierno? Ay ay ay. Ahí sí que no puedo estar de acuerdo con algunos encendidos militantes del colectivo gay. Si alguna vez fuera portada por salir del armario (quién sabe) me gustaría hacerlo por voluntad propia y no porque me pegaran un empujón. Ay, señor, qué lejos nos parecía esa "policía del pensamiento" de la corrección política, la que exige la verdad absoluta (por huevos) de los seres humanos, y qué cerca la tenemos ya. Algunos ilustres amigos gays armarizados y que quieren salir algún día por su propio pie me comentan horrorizados este tipo de acciones, aunque también hay uno que me dice: "Si es contra uno del PP, que se joda". Anda que no hay más razones para perjudicar a un partido que la presunta homosexualidad de uno de sus miembros. En fin. Yo soy una antigua. Yo soy la mujer de ese matrimonio que se fue a Barcelona y fui víctima del diseño. La que cuando se estaba lavando los dientes en el hotel oyó las protestas que su santo profería desde la cama: "Mira cómo se oye la tele de los de al lado, Lindurri, ¿tú crees que hay derecho?". Pues no, era impresionante. Detrás de aquella pared panelada en madera de cerezo (el diseño de los ochenta dejó Barcelona panelada en cerezo) se oía a los enanos del 1, 2, 3, a leer otra vez. Hay que ver qué raros son actualmente los programas culturales. Total, que llamé a recepción para protestar y me dijeron que intervendrían. Pero de media hora, ay, todo seguía igual. Ustedes no han visto cómo es mi santo, ese manso, cuando se le hincha la vena. Parece James Brown. Se tiró el tío de la cama y se fue a la pared de cerezo a pegar puñetazos y a decir cosas que no puedo reproducir porque este artículo lo leen niños de ESO. Y como la violencia engendra violencia, yo me uní a él y acabamos los dos aporreando la pared. Yo le daba un aire a Charlize Theron en Monster, que, por cierto, hace la tía una interpretación que luego por la noche se me aparecía en sueños. Pero entre puñetazo y puñetazo, de pronto vi que de una de las rendijas de la ya mítica pared de cerezo salía una luz prodigiosa. Se la señalé a mi santo y nos quedamos boquiabiertos, como los niños de Spielberg en ET: habíamos descubierto que la voz de los enanos de Chicho salía de nuestra propia tele, que estaba camuflada tras el panelado, y que mi santo le había subido el volumen al 1, 2, 3 confundiéndose con el mando del aire. En esto que llamaron a la puerta. Era el de recepción: "¿Algún problema, señores?". No, muchas gracias, dijo este matrimonio al que pertenezco, avergonzado, mirando al suelo. Supongo que los del cuarto de al lado no daban crédito: qué fuerte, dirían, ponen la tele a toda hostia y encima nos quieren canear. La culpa no fue nuestra, la culpa la tienen los diseñadores que lo quieren todo panelado y luego no encuentras ni la tele ni la nevera ni la lavadora. Me pasa a mí en mi propia casa, que hay veces que meto la ropa sucia en el congelador porque no sé ni lo que estoy abriendo. Soy una antigua. Pero no tanto como estos políticos que tenemos en campaña. Cuando están en campaña se ponen humanos y recuerdan esos sabios consejos que en su día les dieron sus padres y sus entrañables abuelos. Desde Rajoy, que dice que su padre siempre le decía: "Nunca se acaba el trabajo en el Casa de la Justicia". Y tú dices, pos vale. Pasando por Carme Chacón, que recuerda a su madre cuando decía: "Ser mujer y de izquierdas es lo más difícil que hay". Según y cómo, ser mujer y de derechas puede ser una pesadilla. Pero el mejor es Ibarretxe cuando recuerda a su mítico aita diciendo: "Hijo mío, vamos a la cama porque se ha hecho de noche, pero no porque la tarea se haya terminado". ¿Pero es que en casa de Ibarretxe no tenían luz eléctrica? Porque si es así, ahora lo entiendo todo. El que no se quiere acordar ni de su padre en los mítines es Carod Rovira, de aquel mítico Pérez, aragonés y guardia civil. Con lo bonito que es ser hijo del cuerpo. Si yo estuviera en campaña recordaría esa noble enseñanza que mi suegro le decía a mi santo cuando era niño: "No hay mejor amigo que un duro en el bolsillo". Mi santo lo ha seguido a rajatabla y es bastante feliz porque no tiene amigos, que sólo sirven para sacarte los cuartos, y goza de una envidiable situación económica. Sin embargo, mírenme a mí, nada se me quedó de aquella enseñanza de papá: "La mejor lotería: el trabajo y la economía". Yo más bien intento vivir a la contra: vivo del cuento y soy una manirrota. Soy el garbanzo negro. Garbancitooooo, ¿dónde estás?, me dice mi santo cuando entra en casa. Y yo le digo: en la barriguita del bueyyyy. Qué niños somos. Pero tiene su encanto, qué caramba.

La ganadora del Oscar Charlize Theron.
La ganadora del Oscar Charlize Theron.AP

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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