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MI AVENTURA | EL VIAJERO HABITUAL

Mal de altura y vistas al Pacífico

NUESTRO VIAJE a la mitad del mundo comenzó en Quito. Todavía saboreo el rico zumo de mora con pepino que tomé en mi primer desayuno en Ecuador. Desde la capital viajamos a Otavalo, donde se compra artesanía a buen precio, y luego nos desplazamos en buseta a Riobamba, a las faldas del mismísimo Chimborazo. Y descubrimos Guano. "Ciudad de los Elenes, maravilla que de veras amamos los extraños, por buena, por hermosa, por sencilla, por floreciente en cármenes y en años", escribió Remigio Romero y Cordero sobre esta remota ciudad. Razón tenía. Fuimos recibidos en el Ayuntamiento del pueblecito, y así lo reflejó un diario local. Para los ecuatorianos, nosotros no éramos españoles, sino gringos.

En esta región es primordial empaparse de la vida campesina. Así que nos convertimos en andinistas -los alpinistas de los Andes- por un día y subimos hasta el segundo refugio del Chimborazo, situado a 5.000 metros de altura. Imprescindible resultó la típica panela que ayuda a combatir el soroche o mal de altura.

El tramo más emocionante en el trayecto hacia Puyo fue cuando el autobús El Centinela del Oriente pinchó de camino a la selva amazónica. En Baños dormimos bajo el volcán Tungurahua, y al día siguiente, tras dos horas de recorrido a pie por la selva, conocimos a un indígena chamán que nos obsequió con una mágica excursión nocturna. Una curiosidad: durante la noche, los animales se dirigen a los saladeros próximos al río Oglán. Otro día descendimos de Riobamba a Alausí en el tren de la Nariz del Diablo, entre precipicios espeluznantes. Con todo, trepamos al techo de los vagones para disfrutar aún más de una visión privilegiada del paisaje.

Las ruinas de Ingapirca y Cuenca, Saraguro, Vilcabamba a caballo... Lugares que conquistan el corazón del viajero. Pero nada comparado a las ballenas jorobadas en Puerto López. En Montecristi compré el auténtico sombrero de Panamá que tanto gustaba a los gánsteres. El final del viaje fue Guayaquil, ciudad conocida como la Perla del Pacífico. Moderno malecón donde mirar al océano y recordar lo bonito e insólito que resultó este recorrido por Ecuador.

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