Demasiado larga o demasiado corta
Han pasado siete días y ya está claro que ésta es la campaña electoral más inexistente de la historia en las calles y plazas del país y la más presente en los medios de comunicación. Todo gira en torno a la televisión. Es una pena que no se celebren debates televisados porque ahora es todavía más evidente que ésa sería, quizás, la única manera de conocer a dos políticos que, en realidad, son nuevos, aunque uno de ellos haya sido ministro tantos años. Sus apariciones, pautadas, no parecen suficientes para despejar las incógnitas que les rodean a los dos. De momento, da la impresión de que esta agotadora campaña televisiva se está haciendo demasiado larga para el PP y, tal vez, demasiado corta para el PSOE. La encuesta del CIS (un organismo que somete su prestigio al resultado del día 14) deja el PP con una mayoría apretada pero también con la sospecha de que preferirían celebrar las elecciones mañana y no dentro de otros siete días.
Como no parece que los partidos vayan a cambiar mucho sus estrategias en los próximos ocho días, habrá que hacer caso a los expertos en comunicación electoral y prestar mucha atención a esos mensajes "pautados" que envían a través de la pequeña pantalla y que van acumulando unos encima de otros.
Lo importante, según María José Canel, una gran especialista en comunicación electoral, profesora de la Complutense y colaboradora en el PP de Pilar del Castillo, es adaptarte al electorado al que te diriges. El gran error del PSOE en 2000, asegura Canel en Cómo ser buena noticia en campaña electoral. (Tirant lo Blanch, Valencia 2004), fue creer que la sociedad identificaba al PP con la "derechona" de toda la vida. "Fue un error de bulto creer que la sociedad rechazaba algo que no existía o que huía de algo que en realidad no veía". Según este análisis, la campaña "en negativo" del anuncio del dóberman fue un serio error.
Ése es exactamente, replica Ángeles Puerta, del PSOE, el error que están cometiendo hoy los populares: "Intentan atribuirnos en sus mensajes televisados una imagen de poco firmes ante el terrorismo o en defensa de la idea de España que los electores saben perfectamente que es falsa y que les produce rechazo y repugnancia". Y, como asegura Canel, cuando el contrario se equivoca, lo mejor es estarse quieto y no llamar la atención.
Fuera un error o no aquella campaña de 1996, lo que parece claro es que el PSOE está haciendo ahora una radicalmente distinta a la de entonces. El mensaje de Rodríguez Zapatero es lo menos parecido que pueda existir al dóberman. El candidato socialista insiste en una imagen tranquila y dialogante y la mantiene contra viento y marea, en cualquier circunstancia. No existen las provocaciones ni los auténticos cambios de tono. Si los expertos tienen razón, será ese mensaje tranquilo y pausado el que vaya calando en el electorado y mejorando su resultado hasta el último día.
Ayer, ante los estudiantes de la Carlos III, Zapatero no modificó ni mínimamente ese mensaje. Para gente de otras generaciones, podía resultar extraño un dirigente de izquierda dirigiéndose a un auditorio universitario de varios centenares de jóvenes apelotonados, para predicar pausadamente nada menos que "un cambio tranquilo", más relacionado con el precio de la vivienda que con el futuro de la humanidad.
Pero dio la impresión de que los jóvenes del aula magna compartían el famoso criterio de James Joyce, el escritor que le tenía pánico a "esas grandes palabras que nos hacen tan infelices", y que conectaban mucho mejor con ese tipo de mensaje elaborado y formal. Los estudiantes le escucharon con atención, y más que tomar notas lo que hicieron fue sacar fotos. Muchos, verdaderamente muchos, llevaban algún pin o pegatina contra la guerra en Irak.
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