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Berlusconi niega haber urdido con Putin un plan para hundir al Roma

Enric González

El presidente del Gobierno italiano, Silvio Berlusconi, negó el miércoles que hubiera organizado una conjura internacional con el presidente de Rusia, Vladímir Putin, para hundir al Roma y lograr que Totti fichara por el Milan. Pero era tarde. Los oyentes bloqueaban las centralitas de las radios romanas, para protestar contra la supuesta trama diplomático-balompédica y la alianza del "norte" milanés con los petrorublos de Moscú.

La extraña historia comenzó la semana pasada. La Nafta Moskova, una de las compañías petroleras surgidas del desmantelamiento del Estado soviético, con una facturación anual superior a los 8.000 millones de euros, estaba interesada en adquirir el Roma por 400 millones. Franco Sensi, el dueño del club romano, se declaró más que dispuesto a vender. El Roma de Fabio Capello practica un fútbol delicioso y la columna vertebral del equipo, Samuel-Emerson-Totti-Cassano, es de lo mejor del mundo; pero el club tiene una deuda de 245 millones de euros, y Roma 2000, el holding con el que Sensi controla el club, está aún peor, con una deuda de 600 millones.

La Nafta moscovita era la gran esperanza para evitar la quiebra. La afición se entusiasmó con los rusos. Algunos admitieron que podía haber alguna mafia detrás y que el negocio podía ser sucio, pero precisaron que eso, en el fútbol italiano, constituía casi una garantía de homologación. El domingo llegó la decepción. Los abogados de los rusos rompieron las negociaciones. Se sentían alarmados por el registro que días antes había realizado la Guardia de Finanzas en las sedes de todos los clubes.

Figuras a precio de saldo

El martes, otra noticia: Berlusconi había hablado por teléfono con Putin. E inmediatamente el rumor, nacido en dos emisoras de la capital, Rete Sport y Radioincontro: Berlusconi, como presidente del Milan, quería que el Roma quebrara para quedarse con sus figuras a precio de saldo, y había convencido a su amigo Vladímir de que frenara a la Nafta Moskova.

Poco a poco, el rumor se convirtió en algo parecido a una verdad rigurosa. El miércoles, las emisoras de radio daban como cierta la conspiración de Berlusconi y Putin, y añadían que participaba también el Juventus, cuyos dueños, los Agnelli de la Fiat, siempre habían tenido negocios en Rusia. Las llamadas de protesta llegaban a centenares a radios y periódicos. Berlusconi se había convertido en el gran enemigo del Roma, y por tanto de Roma, y había que echarle del gobierno. Ni un voto más para er Berlusca, como se le llama en romanesco.

Berlusconi tuvo que intervenir oficialmente: "Nunca he hablado de esas cosas con Putin", declaró. Ayer, sin embargo, Roma se mantuvo incrédula, y el tema de la conspiración recorrió las barras de los bares. Franco Sensi, mientras tanto, seguía confiando en que los rusos volvieran. El Roma necesita este mismo mes al menos 150 millones de euros para pagar sueldos atrasados a sus jugadores y deudas con otros clubes; sin eso, la UEFA no les dará la licencia para la próxima temporada.

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