La mayor fábrica de paro de España
La regulación en Astilleros es la gota que colma el vaso del desempleo en Cádiz
En los carnavales gaditanos de este año la boda real y la violencia machista han arrasado. Pero el paro ocupa siempre un puesto de honor en la mayoría de las chirigotas. El año pasado tocó la guerra. Pero el paro seguía rondando por casi todas las letras. Así ocurrió el año anterior. Y el otro y el otro...
Cádiz es, según la última Encuesta de Población Activa, la provincia con más paro de España. El 25,56% de la gente con edad de trabajar está parada. A la reconversión naval que padeció Cádiz hace dos lustros se añaden ahora las regulaciones de empleo de Astilleros (400 trabajadores afectados), Tabacalera (380) y Delphi (380).
En esta ciudad de 128.000 habitantes cada año hay 3.000 gaditanos menos. Muchos se fueron a trabajar en las fábricas de cerámica de Castellón (sólo un 6,57% de paro). Las pintadas no dejan de recordarlo: "El paro no baja y la gente se va a Castellón". Sin embargo, muchos gaditanos comentan: "Mucho paro, sí, pero los bares están llenos y la gente no deja de comprar".
"Tenemos dos niños de 7 y 11 años. Si no fuese por mi tía, no podríamos tirar"
"Si la gente viviera bien de verdad aquí, no se habrían ido a Castellón dos de mis hijos"
- El padre de los que se fueron a Castellón. Manuel Chacón tiene 62 años, y es pensionista de Astilleros desde los 53. "Si la gente viviera bien de verdad no se habrían ido a Castellón dos de mis tres hijos. El menor, el de 25 años, es muy gadita, le gusta mucho la ciudad. Y acaba de tener un hijo con una mujer de allí. Echamos unas 12 horas para ver al nieto. Es el primero que tengo y lo estoy disfrutando poquísimo. Los jóvenes no tienen futuro aquí. Entre que no hay trabajo y que la vivienda está carísima, Cádiz se va a quedar como ciudad dormitorio".
- La licenciada con premio extraordinario de carrera. Susana Escorza, de 27 años, terminó Magisterio hace seis años con premio extraordinario y se licenció en psicopedagogía hace tres. Durante la carrera trabajó de camarera en una discoteca. Después montó un gabinete de psicopedagogía con un socio. Pero no funcionó. En junio empezó a dar clases de logopedia en su casa por las tardes. Por Navidades trabajó tres semanas promocionando perfumes en unos grandes almacenes. Espera que en Semana Santa la vuelvan a llamar. "Me apunto a lo que salga. Ayer me llamaron de azafata para el circuito de Jerez de las motos. Si no te espabilas te quedas sin nada. Aquí hay un montón de colegios concertados, pero como todo se mueve por amigos, no entras aunque tengas un currículo que tire de espaldas".
- El que marchó y regresó. Rafael Fopiani, pintor de fachadas, de 42 años, casado y con dos hijas de 20 y 17 años, se fue a Canarias hace un año en busca de mejor suerte. "Me tiré allí nueve meses. Tenía que desplazarme de una punta a la otra de Las Palmas cada día. Me levantaba a las cinco de la mañana para estar en el trabajo a las ocho. Cogía tres guaguas [autobuses] de ida y tres de vuelta. Y menos mal que estuve viviendo con mi cuñado. Al final dije que para estar así allí, estoy en Cádiz y por lo menos estoy al lado de los míos. Hace un mes y pico que he llegado. Aquí, de momento, los suegros me están echando una mano. Cádiz está peor cada día. Los del PSOE mangarían como mangan todos, pero por lo menos te daban más oportunidades que los del PP".
"Ahora me iba a ir a Castellón. Pero vete allí, hínchate a echar horas, busca casa para vivir y después de mantenerte a ver cuánto te queda para mandarle a la familia.Así que de vez en cuando voy al muelle, compro una caja de sardinas y me pongo en la esquina a venderla". "Mi mujer", continúa Fopiani, "ha empezado a trabajar en una lavandería, de ocho a ocho. Pero sólo unos días. Sin papeles también. Yo sigo a lo que salga".
- El carnavalero. A Fernando Casas, licenciado en Filología de 30 años, lo conoce todo Cádiz como El Bati porque imita a la perfección el ruido de una batidora. Y por ser un letrista reputado de chirigota. Este año su grupo, Los Pavos Reales, ganó un accésit en la final del Teatro Falla. Y ahora andan de gira por media España. "Podría trabajar en Cádiz. Pero los trabajos que te ofrecen son de ocho u 11 horas y sólo cotizas cuatro. Para eso, prefiero buscarme la vida con la chirigota. Como Cádiz se ha ido desperdigando por todo el país, siempre hay peñas de gaditanos que nos contratan en cualquier sitio. Y como vivo con mis padres, quieras o no, no te falta".
- La ex concejal. Pepa Santiago, es oficial administrativo, de 39 años. Tanto ella como su marido, cocinero, se encuentran en paro. "No quiero levantar lástima. Lo que hay que levantar son las conciencias". Santiago empezó de coordinadora administrativa del grupo municipal de IU en Cádiz. Después salió elegida concejal y con la escisión de Nueva Izquierda, salió del Ayuntamiento y de la política.
"Mi marido trabaja de cocinero para un parador y tiene contratos por horas. Tenemos dos niños de siete y 11 años. Si no fuera porque tengo a mi ángel de la guarda, que es mi tía, no podría tirar para adelante".
"Desde que me quedé en paro todas las semanas hago recorrido por las empresas de la ciudad. Si yo creía que tenía en mi contra lo de la política, ahora tengo en mi contra la edad. Ser mujer y tener 39 años te va cerrando puertas". De ahí para arriba, nada". "A mí no me verás en los bares, pero es verdad que están llenos. Y eso es porque la gente está endeudada eternamente con el banco".
- El de Astilleros. No quiere dar su nombre porque después de varios meses parado lo ha fichado una subcontrata de Astilleros. En el último conflicto de Astilleros lo expedientaron por verse envuelto en el incendio de una furgoneta de policía. "Después dicen que no partamos farolas... Parto el puente si hace falta y lo parto todo".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.