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Columna
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Danza monumental

Consideramos un acierto rotundo del Guggenheim bilbaíno al encargar a Richard Serra una instalación de siete esculturas monumentales, en acero corten, para la no menos monumental sala Fish (Pez). Según vimos en el proyecto presentado personalmente por el escultor estadounidense, las siete piezas poseen determinadas afinidades con aquellas ocho elipses torsionadas que se exhibieron en 1999 en el mismo espacio...

Recordamos que fue una exposición extraordinaria, una de las mejores que se han programado nunca en el museo. Y como nunca hasta entonces el espectador había experimentado habitar dentro de las esculturas. Mientras se recorrián por su interior se sentía una contraposición de estabilidades e inestabilidades, originado todo ello por fuerzas centrífugas y centrípetas, en tanto unas paredes parecían como si se les vinieran encima, otras paredes se diría que lo salvaban de esa atmósfera desestabilizadora.

Al contemplar las esculturas desde fuera en su conjunto, debido a la interrelación entre ellas, con sus líneas convergentes y divergentes, se generaba una especie de danza espacialista. Ya sea por el interior de cada una o por el exterior tomado en su totalidad se asistía a una formidable sensación de espacio en movimiento...

Según Richard Serra (San Francisco, 1939), en este proyecto hay dos figuras, como son la esfera y el toro (superficie engendrada por una circunferencia al girar sobre un eje externo a ella), que son raíces medulares por donde ha ido gestándose la creación entera. Mientras daba estas explicaciones técnicas, en un momento dado introdujo los nombres de dos escultores vascos como Oteiza y Chillida. Nosotros creímos entender que el propio Serra deseaba ser como una continuación de ellos o que le gustaría que se le considerara como uno más junto a ellos dos...

Le decimos desde aquí que sería un orgullo tenerle como uno de los nuestros. Mas volviendo al proyecto, nada cuesta imaginarlo venturosamente ubicado en ese gran espacio. Completado por la colosal Serpiente (obra suya de 1997), el lugar podía convertirse en conjunto como un referente universal de cara a la escultura del siglo XXI. ¿Tal vez algo así como la Capilla Sixtina de la escultura?

En ese espacio gigantesco no encajarían -porque se perderían- las obras de los más grandes escultores del siglo XX, como son Picasso, Brancusi, Gicometti, Lipchitz, Arp, Pevner, Naum Gabo, Henry Moore, por ejemplo. Contrariamente, en otros espacios del propio Guggenheim encontrarían su merecidísimo e idóneo lugar. Empero, al hablar de un espacio descomunal, tal la sala Pez, el nombre de Richard Serra se alza con su proyecto como campeón por excelencia de la escultura monumentalista.

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