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FUERA DE CASA
Columna
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Todos manchegos

Todos somos de Toledo. Todos manchegos, aunque unos más que otros. En campaña, también todos somos quijotescos. Manchego Rajoy, caballero de la triste, aunque irónica, figura. Manchego también Rodríguez Zapatero. Todos por las sendas, por las rutas del Quijote, que es una marca manchega de probada solvencia desde hace cuatro siglos. Incluso, también Bono es manchego y quijotesco. ¡Manda huevos!, aquí nadie quiere ser Sancho. Todos prometen ínsulas. Todo barato. Un Quijote, un euro. ¿Y no podrían ser dos euros y que se pudiera leer sin tener vista de quinceañero? Eso de todo a euro parece una concesión al espíritu pirata de las mantas. En fin, mejor leerlo con lupa que tener que pagar los derechos a Francisco Rico. En este país de quijotes en campaña la cosa está como de lanza en astillero y adarga antigua. Todos a por las mayorías -aquello de la inmensa minoría ya es apenas un recuerdo de Juan Ramón Jiménez y, si acaso, de otro sobrio y con barbas, Gaspar Llamazares, que no le veo muy manchego, pero sí casi ingenioso / tirando a serio-; todos, que se tienen muy bien leído y olvidado El Quijote, no reparan en buscar por las tierras ibéricas el voto de las mayorías. Ser manchego tampoco quiere decir comulgar con ruedas de molino. Ni están los tiempos para buscar nuevas aventuras. Todos a lomos de Rocinante, todos quijotescos, pero maquillados para desprenderse de lo que como candidatos / vendedores de un futuro más esplendoroso que las playas del Prestige, quede de materialismo sanchopancesco. Escuchando a los caballeros andantes hacia el 14-M, me recordaron a esos cómicos de la legua que para complacer a las mayorías tenían que mentir, exagerar, aparentar e incluso prometer milagros. Todo vale porque les "está mejor ganar de comer con los muchos que no opinión con los pocos". No es por quitarles mancheguidad a Urdaci, o a Sánchez, pero también es verdad que unos lo tienen un poco más fácil desde la televisión mayoritaria. Un poco inquisitorial eso de impedir el debate, quiero decir, ponerlo difícil. Como si se les notara demasiado que van con los galácticos. No basta con ser honrado, también hay que parecerlo. Así, desde la parte del Quijote que les toca, parecen más cercanos a los quemadores de libros, a esa pareja del cura y el barbero, tan vecinos de lo inquisitorial cuando -sin necesitar ayuda de ama o sobrina- se disponen a quemar los libros. Eso sí, con la mejor intención de la España eterna, castiza y sin ilustrar. Todo sea por el renovado intento de no televisar ideas que puedan resultar nocivas a la sociedad. Todo sea por nuestra buena educación.

El director de La mala educación, Pedro Almodóvar, es sin duda nuestro más ingenioso hidalgo -sin dejar de tener cosas de Sancho-, la marca manchega más universal después del caballero andante. Una película bien educada, en las antípodas de la Inquisición, que calentará el debate nacional / católico después de las elecciones. ¡Que el resultado nos pille confesados! El manchego ha dejado seducidos a los franceses. Por primera vez una película manchega abrirá el Festival de Cannes. Volterianos y sin velos en los colegios, afrancesados sin vergüenza y rendidos a la mirada universal que nace en un pueblo de La Mancha. Almodóvar está contento, a pesar de que su parte quijotesca le hace seguir con las noches de "claro en claro" y muchos días "de turbio en turbio". Sobre todo los días que recuerda, con Juan José Millás, lo que dicen algunas personas públicas sobre un alcalde acosador de una chica que salió de su pecera porque las aguas estaban turbias. Nevenka, que no come los cocidos populares, que nunca votará a Ana Botella, todavía no ha visto la película de Almodóvar, que quizá no conoce al manchego que se atreve a contar cinematográficamente lo que normalmente se oculta, ha sido otra de las presencias más quijotescas de la pasada semana. Ahora, gracias a muchos compatriotas que seguramente han tenido una muy buena educación, tiene que vivir fuera de España. Emigrante a su pesar, como esos de la canción del gran Juanito Valderrama, otro enormísimo manchego universal que nació en Jaén, que empezó cantando en la República, triunfó en el frente rojo y siguió alegrando a los españoles del franquismo. No, no veo a Nevenka, ni a Almodóvar haciendo rosarios ni con tus dientes de marfil. Sí, un mucho quijotescos cuando tienen que decir lo que no se quiere escuchar.

También manchego y quijotesco fue Manuel Azaña. Así lo ven, así lo contaron en la presentación del libro que el manchego de Marraquech, Juan Goytisolo, presentó en compañía de Santos Juliá, Juan Luis Cebrián y Ridao. Dijo Goytisolo que Azaña, entre otras cosas, nos dejó una de las lecturas más modernas y lúcidas del Quijote. También nos propuso mirar España sin cerrilismos, sin imposiciones de confesionario nacional católico, sin avergonzarse de su afrancesamiento y sin dejar su españolismo. Nos recordaron que se puede ser español, republicano y creer en la libertad. Una invitación contra el secuestro castizo de España. Un manchego que sabía escribir, que tenía una capacidad oratoria que le colocaba, según Cebrián, en las antípodas del "manda huevos". El territorio de La Mancha -y alrededores- están en campaña. España va bien. Un país dividido en dos, como dice Almodóvar cuando está de humor: "Por un lado los envidiosos, por otro los intolerantes".

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