Lo que dejó el viento
Los 5.000 habitantes de este pueblo marinero canario, de ellos 2.500 extranjeros, viven lejos de los mensajes políticos y pendientes del puerto industrial que le preparan
Ustedes lo habrán visto desde la carretera, a unos kilómetros del aeropuerto del Sur, en Tenerife. Es El Médano (5.000 habitantes, 2.500 extranjeros, muchos de ellos residentes fijos), y se distingue desde muy lejos porque lo preside una enorme mole mítica, Montaña Roja, y porque casi siempre le sobrevuela una tormenta, levísima o dura, de arena fina. Ahora la tormenta también es la posibilidad de que en su ribera intacta fabriquen un enorme puerto industrial...
José Toledo, uno de los grandes cirujanos de Europa, nació en Granadilla de Abona, el municipio al que pertenece El Médano, y vivió aquí desde muy chico. Para muchos isleños como él, la imagen de El Médano tiene que ver con esa montaña, con las playas naturales (la de El Médano es la más larga de Tenerife), y con el viento. Dice el doctor Toledo: "El misterio del lugar está en la olas y en el viento". Alberto Luengo, arquitecto, que ha vivido siempre aquí, ve en la rasa (lo que queda en el mar cuando éste se ha ido) el misterio más bello de su ribera. Carlos Schwartz, fotógrafo y arquitecto también, tiene una casa en la que baten las olas de las tormentas, y pisaba de niño las arenas de El Médano cuando aún no había calles y el viento formaba las aceras. Entonces, para los tres, El Médano era el paraíso.
Pero no sólo para ellos.
A principios de los noventa, El Médano empezó a alcanzar notoriedad gracias a su viento. Es curioso, lo que alejó al turismo (e incluso al turismo local), aquel viento huracanado que a veces impedía incluso el paseo, y que llenaba de arenas las ropas y las casas, empezó a ejercer un atractivo sin reservas para miles de jóvenes de todo el mundo.
Eran los windsurfistas. Aún están. Valter Scotto, campeón de windsurfismo, italiano, vio una vez un vídeo de El Médano, y se sintió irresistiblemente atraído por ese viento. Ha conducido su tabla, aquí, a 70 nudos a la hora, y deplora que las autoridades de la localidad hayan dejado de lado las posibilidades industriales (de creación de turismo, y de riqueza) que tienen el viento y el mar, "que son gratis". Celia Macedo, brasileña que vivía en Milán, en medio del estrés y de la moda, se vino hace ocho meses a El Médano "para escapar", y halló aquí que esto no se parece a nada: "He estado en Japón, en África, en América, en Europa..., y esto sólo se parece al paraíso. Bien es verdad que no creo que este paraíso dure cinco años más..."
Y del paraíso, dice Celia, quedará el recuerdo.
Ahora que hay en España campaña electoral, y sus mensajes se reiteran a través de todos los medios, quisimos saber cómo llegan esos mensajes a un sitio en el que algunos de sus habitantes, pasados o presentes, siguen viendo el paraíso... Esos mensajes políticos llegan aquí amortiguados. José María, maestro, cuenta que nadie se cree los mensajes, así que no se oyen, y cuando al fin se escuchan resultan promesas que ya se oyeron otra vez con el mismo resultado nulo.
Las amenazas que los habitantes de El Médano ven sobre su futuro: la inmigración, la falta del ambulatorio, la construcción desaforada (sometida ahora a una moratoria para la ocupación hotelera), el descuido del ocio y la cultura...
Azucena de la Iglesia, quiosquera, que llegó aquí desde Zamora porque ella y su marido señalaron a ciegas El Médano en el mapa, no lee los periódicos que vende ni ve la tele, "entonces, ¿cómo voy a saber qué dicen los políticos?". Lo suyo no es indiferencia, es desconfianza: "¿No ve cómo tienen las calles?" Eliana Tripodi, italiana de Reggio Calabria, tiene claro por qué la política no llega a El Médano: "Muchos somos extranjeros, no vamos a votar, ¿para qué se van a preocupar los políticos, si no les damos votos?". Ulli Brühl, alemana de Hannover, que también vino en busca del mar, el clima y el windsurf, sí ha querido votar, pero la burocracia la ha disuadido, y también tiene una razón para la indiferencia que la población muestra ante la conversación política y frente a las campañas: "Parece difícil cambiar algo, por eso yo misma no me preocupo...".
Pero el problema más grave, aquel sobre el que gravita la preocupación política de la gente, es la evidencia de que la idea (alimentada desde hace más de treinta años) del gran puerto industrial de Granadilla, que se adentraría, de hacerse, en zonas ecológicamente protegidas de El Médano, y, según los ecologistas y los que se oponen a su construcción, un grave quebranto al ecosistema y a las playas de este antiguo paraíso del viento...
La sensación de que el puerto se hará a pesar de la oposición (hay en marcha una iniciativa popular de recogida de firmas para que el Parlamento legisle contra su construcción) se traslada como sospecha a la prensa: "¿Cómo?", nos preguntó una joven ecologista, "¿que EL PAÍS va a recoger algo contra el puerto industrial?". Y en la pared de una de las calles del lugar hay estos versos: "Quiero morir en la playa/ morir besando la arena/, que no construyan el puerto/, soy una ola surfera".
El puerto ocuparía cinco kilómetros de costa, la plataforma se adentraría kilómetro y medio en el mar desde la línea de ribera, precisaría más de treinta millones de metros cúbicos de material de cantera, y pondría en peligro de extinción las reservas de las que se nutren los bancos de pesca de la zona...
Salvador Rodríguez Rancel, que nació y vive aquí, al frente de un restaurante muy popular, cree que "la vida es así" y que si el puerto la va a mejorar "no quedará más remedio...". Alberto Luengo: "El que proyectan es un puerto ultrasobredimensionado, obedece a esa manía del pleito: si hay un puerto en Gran Canaria, cómo no lo va a haber en Granadilla... Un día aquí llegaremos a tener Gran Vía, como en Madrid. El poder político siempre ha querido las grandes infraestructuras, y en este caso no se ha detenido a pensar en el coste de futuro que tiene su proyecto".
Juan Carlos Miranda y Tibisay Medel, abogados, dicen al unísono: "La suerte de El Médano es que su suerte no está ligada al turismo, gracias al viento, así que si un día no hay turismo al menos habrá El Médano... Lo amas o lo odias: y lo amas por el viento o lo odias por el viento..."
Angelo Guideloin, brasileño de Sao Paulo, está aquí "para vencer la vida"; vino de Friburgo, en Alemania, y cree que El Médano está bien "y estuvo mejor"; se sabe los nombres de los líderes políticos, pero tiene esta impresión sobre lo que la política importa aquí: "La gente está harta de promesas". José Barrera, medanero de siempre: "El Puerto es lo peor que nos podría suceder".
El doctor Toledo oye la canción del puerto industrial desde hace cuarenta años y aún no se cree que un día (y pronto) se vaya a hacer... "En todo caso me parece ya una canción triste para un pueblo al que jamás podrán arrebatarle el viento".
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