Leila prefiere olvidar
Leila es demasiado pequeña como para comprender lo que le ha pasado. Demasiado pequeña y pelirroja para asumir que su padre, su madre y sus dos hermanos murieron cuando su casa, de barro y piedras, sucumbió en el terremoto. Leila tiene siete años, el pelo rizado y una herida en la mejilla. Cuando le preguntan si sabe dónde están sus padres, responde de forma mecánica que están muertos.
Leila vivía en Tamasint, un pequeño pueblo al sur de Alhucemas. Ahora pasa los días y las noches en la planta de pediatría del hospital Mohamed V de Alhucemas, donde niños con heridas en la cabeza llenan la sala.
Leila Hadadi se ha convertido en la niña mimada de las enfermeras. Anissa Dimane, una oronda enfermera, se la come a besos mientras sueña con adoptarla. La niña, mientras tanto, mira y abre mucho los ojos. Sólo ríe cuando ve su rostro en la pantalla de la cámara fotográfica.
Leila permanece casi todo el día callada, según su tía Saida Hadadi, que no se separa de ella. "Cuando le preguntamos si sabe dónde están sus padres y sus hermanos, nos responde que sabe que están muertos, pero ella no sabe lo que está diciendo. Lo dice de forma mecánica", narra Saida, que perdió a su marido en el terremoto. Tampoco tiene casa. "Si le preguntamos por lo que ocurrió la noche del terremoto, dice que no recuerda nada", añade.
Leila se irá a vivir con su tía Rzim Somal, que también está en el hospital. "Leila no ha comprendido lo que ha pasado, pero sabe que no es bueno y no quiere hablar de ello". Su hermano, de 11 años, y su hermana, de ocho meses, fallecieron bajo los escombros. Sus padres, Farid Hadadi y Rzim Fadadi, tenían 34 años y vivían de la agricultura.
El pediatra Meshrar Chucri asegura que Leila está bien físicamente y que no se puede hacer mucho más por ayudarla. "Es terrible, pero lo tiene que asumir. No hay nada que hacer". Chucri se encoge de hombros.
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