Tal como éramos
Cada vez que empieza una campaña electoral vuelvo la mirada a aquellas primeras elecciones democráticas y me pongo nostálgico.
Entonces no teníamos ni manual del candidato, ni encuestas, ni argumentarios precocinados con que suplir los agujeros negros de nuestra escasa ciencia política. En los mítines, mucho más concurridos y plurales que ahora, hablábamos más de lo que habíamos callado durante mucho tiempo que de lo que nuestro atónito auditorio esperaba oír. Improvisábamos. Todos queríamos sentir la recién estrenada libertad pero sin liarnos otra vez a garrotazos como en el conocido lienzo de Goya. Lo importante entonces era establecer unas reglas de juego que nos permitiesen a todos convivir cómodamente. Porque todos éramos conscientes de que había sido la intolerancia la que había acabado con los períodos de libertad disfrutados desde la Constitución de Cádiz. Quizá sea el paso del tiempo, pero lo cierto es que hoy me parece que en aquellas elecciones hicimos todos un gran esfuerzo para escuchar al otro, para entenderle, porque ninguno nos considerábamos poseedores únicos de una verdad absoluta. Lo que sí es indudable es que los que entonces nos sentamos en las Cortes alumbramos una Constitución aceptada por todos, gracias a la cual en 1978 no había un solo español exiliado por razones políticas por primera vez desde que España se constituyó como nación. Me gustaría que esta campaña se pareciese a aquélla y que en la pelea, que la habrá, tiremos más de florete que de hacha y por supuesto que evitemos los golpes subecuatoriales.
José Manuel García-Margallo es eurodiputado del PP.
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