La crítica destroza 'La Pasión' de Gibson
Los especialistas consideran que la película es sádica y antisemita
La sangre de Cristo salpica a los espectadores. Así lo quería el productor, guionista y director Mel Gibson, que ayer, Miércoles de Ceniza, estrenaba en EE UU su polémica película La Pasión de Cristo. El filme recrea las últimas 12 horas de la vida de Jesús con un salvajismo sin precedentes. Reconstruye las torturas, atrocidades y humillaciones a las que fue sometido antes de morir. El dolor, y sólo el dolor, parece ocupar un lugar importante en la visión de Gibson. Jesús golpeado brutalmente, azotado con una caña primero y luego con un indescriptible látigo de cuyas terminaciones cuelgan ganchos de cristal, piedra y metal que se agarran a su piel y se la arrancan a tiras. Clavado a martillazos en la cruz, observado de cerca por unos cuervos que se comen el ojo de uno de sus vecinos de martirio. Todo servido al detalle con litros y litros de sangre. Puro gore místico. Las entradas para ver el espectáculo llevan semanas agotadas.
Todo está servido al detalle con litros y litros de sangre
Hay algo incuestionable: Mel Gibson es un genio vendiendo películas. Ha bastado que se pronunciara la palabra antisemitismo (fue el propio Gibson quien invitó a los pases previos al estreno de ayer a representantes católicos y judíos) para que la película haya logrado ocupar los mejores espacios televisivos y las páginas de los periódicos más importantes de Estados Unidos. Lo llaman publicidad emocional y, no cabe duda, funciona. Kenneth Turan, crítico de Los Angeles Times, asegura que lo "desesperante" de la película no es su extrema violencia, ni su supuesto antisemitismo (a los ojos del espectador sólo hay un malo: el poderoso judío Caifás y las masas de judíos que gritan sin piedad más y más castigo). Para el crítico, lo "verdaderamente desesperante" es que "mucha gente de buena fe verá trascendencia donde sólo hay violencia sádica. Y donde sólo hay culpa, verán verdad". A. O. Scott, crítico de The New York Times, añade: "Gibson ha construido un espectáculo irritante, doloroso y, finalmente, deprimente. Lo que convierte esta película en algo tan feo es la incapacidad de Gibson para la lógica narrativa. La película no nos cuenta para qué sirve tanta sangre. No hay una puerta al perdón quizá porque eso está por encima de la imaginación del señor Gibson, que seguramente piensa que su público prefiere el terror, la furia y el gore".
Para el comentarista del Daily
News, "ningún niño debería ver esta película. Pero los adultos también están en zona de riesgo. Es la película más antisemita desde el cine alemán de la II Guerra Mundial". Y David Denby, en The New Yorker, afirma: "Gibson ha convertido sus obsesiones personales en un viaje enfermo a la muerte". Sólo el crítico de Variety descubre "la belleza plástica" de la película. "Rodada al sur de Italia, en Matera, y en los estudios de Roma, la película desprende una belleza física brutal. Una rica experiencia visual".
A Gibson, que pertenece a un grupo extremista católico, se le critica no sólo por jugar con "las peligrosas llamas del antisemitismo", sino, sobre todo, por ser un ignorante. Su cantinela favorita para justificar cada secuencia de su película ha sido que él no se ha inventado nada, "todo está en la Biblia". Christopher Hitchens, en un artículo de Vanity Fair, afirma: "Parece que Gibson cree que los evangelios fueron escritos por testigos presenciales. Quizá no sabe que los evangelios se escribieron años después de la muerte de Cristo y que en ellos intervinieron muchas manos diferentes". Gibson ha dicho que sus dos fuentes principales han sido la Biblia y dos monjas: santa María de Ágreda y Anne Catherine Emmerich. La primera, española, escribió en el siglo XVII que la culpa perseguiría al pueblo judío, castigado con "horribles impurezas". La segunda, una alemana del siglo XIX, tuvo una visión en la que salvaba a una mujer judía del purgatorio. Esa mujer le confesaba cómo los judíos mataban a los niños cristianos y utilizaban sus entrañas para preparar el pan de la Pascua judía. La visión fue una de las ilustraciones antisemitas favoritas de los nazis.
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