Rajoy, ese desconocido
Apenas repite algún estribillo. A veces se desmarca un poco de sus desaforados compañeros: pero de una manera leve, indolente, desganada. A veces, también, se quita su uniforme de la gran derecha y aparece en camisa y sin corbata: debe estar molesto por dentro. Se recuerdan de él, también, gruesas declaraciones, cuando estaba en la oposición; sus compañeros han preferido crear un poder de oposición, un poder en contra (el conservadurismo es una oposición a la vida), pero él se ha refinado: como más señor. Generalmente, no dice nada. Como es lógico, los que van a votarle, porque representa su clase y sus intereses, dicen que ese silencio muestra prudencia, sabiduría; los del dudoso y fastidioso centro (el centro, en este mundo, es una especie de castración; los bueyes de la política) dicen que se está ya separando del padre, como en el famoso e inseguro complejo de Edipo: matar al padre Aznar y fornicar con la madre España.
Claro que se puede tener la opinión contraria: creer (¿creo?) que no tiene nada que decir. O no puede. Está como un camaleón en una tela escocesa. Ni de Aguirre ni de Gallardón, no es de Trillo ni de Cascos; no creo ni siquiera que sea gallego, aunque haya nacido allí y amado allí. Ah, si por lo menos ha amado, o ama, tiene algo bueno. Son las personas que no aman las que, además de sentirse desgraciadas, crean desgraciados. Mejor tener una pareja que ame a otro que no una que no ame a nadie. Esto no tiene nada que ver con Rajoy. No tiene nada que ver con Zapatero, que yo sepa; ya se sabe algo de él. Asombró por su nadería cuando fue designado, pero se va haciendo. No es culpa suya si también está sobre la tela escocesa de su partido y sus reyes de taifa, que representan todos los matices del socialismo español desde que se fundó hasta nuestros días, excepción hecha de la doctrina de Pablo Iglesias. ¿Qué tiene que ver Bono con Ibarra? Nada, excepto que los dos son votados en sus taifas porque algo hacen bien, entre antífonas de uno y exabruptos de otro.
(Antífona: cántico, rezo, en relación con las celebraciones del día. No hay que confundirlo con el malhablado antiguo, donde "las antífonas" eran las nalgas; ahora se dice culo, y en términos amorosos, culito. Es meliorativo).
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