La resurrección de Giorgio Armani
El gran estilista italiano renace con dos desfiles espectaculares en Milán
Tiene 70 años cumplidos y nada de tripa; su elegante pelo blanco inspira respeto. Sus últimos desfiles y colecciones habían dejado bastante fríos a todos, pero, de pronto, el príncipe de Via Borgonuovo fraguó en su palacio un regreso espectacular perfectamente calificable de resurrección. Desmarcándose de las tendencias dominantes, voluntarioso con su paleta habitual de negros, grises y violetas, y haciendo bien visible su férrea mano personal en todo el proceso, el estilista milanés ha dejado boquiabierta a la prensa internacional y a la enorme ola de seguidores, que van desde los fanáticos del lujo a los técnicos del sector, y que le siguen desde hace más de tres décadas.
Las colecciones presentadas en el espléndido Teatro Armani (que le diseñara expresamente su amigo el arquitecto japonés Tadeo Ando hace ahora dos años en una antigua fábrica de Nestlé, y que ahora es un verdadero templo zen de la moda resuelto en hormigón desnudo y láminas de agua), anteayer, con la alta colección Giorgio Armani y ayer con Emporio Armani, han sido magistrales, fuertes y decididas. Así, Armani entra con fuerza renovada y se impone en un panorama cada vez más cambiante que le quería olvidar o relegar.
El diseñador dejó boquiabierta a la prensa internacional y a su enorme ola de seguidores
La verdad es que los jóvenes le siguen todavía con fervor, y esto es un caso insólito en la moda actual, casi sin memoria y que se fagocita a sí misma cada día. Julia Roberts viste creaciones de Armani; Beyoncé y Shelby Lynn (vencedoras de los Grammy) le son fieles.
En 2003, la facturación de Todo Armani sobrepasó los 1.500 millones de dólares (1.180 millones de euros), en una expansión sin límites que abarca desde todos los objetos imaginables de la casa y el vestir hasta la gastronomía y la música.
Pero el Armani de estos desfiles no parece pensar en la macroeconomía. Está lleno de detalles líricos hasta tocar levemente el barroco a la italiana, buscando una línea que se destaca de cualquier estándar. Y mientras toda la moda se refugia en el vintage y lo relativo a las décadas que van de 1940 a 1970, él se va más atrás y crea, bajo el lema de Excéntrica,
unas heroínas que parecen sacadas de los cuadros de Boldini, con volúmenes teatrales conseguidos a través de las ricas tafetas y del raso, un brillo que llega hasta las pieles tratadas, unas faldas ajustadas y largas en una muy compleja realización artesana de drapeados, plisados y detalles de asimetría liberty.
Armani logra conciliar, una vez más, sobre sus estrictas leyes de sastrería que permanecen, superposiciones de calidades en negro y una fantasía donde el avestruz da un toque espumante y hasta volátil.
En la visión de estos mismos criterios para el Emporio, Armani hizo un desfile mixto hombre-mujer que propone una mujer urbana y nocturna acompañada por un hombre convertido en chico metrosexual muy decorado a través de grises plateados y un giro a la superposición aparentemente arbitraria, que no es otra cosa que la búsqueda placentera de la libertad al escoger y vestir.
No faltaron en estos desfiles, calificados de sorprendentes por los más exigentes comentaristas y los periodistas especializados, las estrellas cinematodráficas que son amigos personales del creador: Sofía Loren, Claudia Cardinale, Ornella Muti, Greta Scacchi y, entre otros, el fotógrafo de moda Peter Lindberg.
Se dice en Milán que Giorgio Armani ha dicho en la intimidad que se retiraría en cinco años, pero este despliegue de energía creativa y de presencia de su particular personalidad en la moda internacional de hoy parece decir todo lo contrario.
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