Denis Hurley, el arzobispo de Durban que combatió el 'apartheid'
Denis Hurley, el arzobispo, ya jubilado, de la archidiócesis de Durban, Suráfrica, que fue un enemigo implacable de las políticas de apartheid, falleció el 13 de febrero, según comunicaron responsables de la Iglesia católica romana. Tenía 88 años.
El arzobispo Hurley fue el líder de los responsables eclesiásticos blancos opuestos a las políticas raciales aplicadas por el Gobierno surafricano blanco hasta su caída. Como máximo responsable de la Conferencia de Obispos Católicos de Suráfrica, condenó el apartheid, calificándolo de perverso, y su púlpito en la catedral de Durban se convirtió en punto de encuentro para iniciar las protestas y manifestaciones de los negros africanos.
Hurley tuvo que hacer frente a la resistencia de sus feligreses blancos conservadores. Su casa fue atacada con bombas de gasolina en 1976. Pero la firmeza de su posición le hizo merecedor del respeto, especialmente entre los zulús y sus jefes.
Denis Eugene Hurley, hijo de un farero, nació en Ciudad del Cabo. De ascendencia irlandesa, inició sus estudios clericales en 1933 en el condado de Limerick. Asistió a la Universidad Gregoriana en Roma, donde fue ordenado sacerdote en 1939, y volvió a Suráfrica al año siguiente. Ascendió rápidamente en la jerarquía eclesiástica. Fue conservador de la catedral de Durban, dio clases de teología, y en 1946 fue nombrado obispo titular y vicario apostólico de la provincia de Natal. A los 31 años se convirtió en el obispo católico más joven de la historia.
En 1951 fue nombrado primer arzobispo de la archidiócesis de Durban. Como representante de una minoría religiosa dentro de la minoría racial gobernante del país, pronto se ganó la reputación de líder eclesiástico infatigable, que desafiaba abiertamente la ley racial del más fuerte ejercida por el Gobierno.
Sus advertencias sobre el peligro de que se produjeran enfrentamientos raciales demostraron ser proféticas cuando el Partido Nacional de los Afrikáners blancos, descendientes de los boers holandeses, ejercieron una creciente represión a principios de los años cincuenta.
Asistió a las sesiones del Concilio ecuménico Vaticano II en Roma en los años sesenta, donde pidió a la Iglesia que se comprometiera y presentara una oposición moral contra el apartheid.
De vuelta en Suráfrica, en 1965, advirtió que la situación racial quedaría "fuera del control humano, fuera de la esperanza humana".
Lideró un comité de acción ciudadana de agitación contra la política gubernamental de "reasentamiento" de los africanos en los denominados bantustanes (homelands) para mantener las razas separadas. Sus claras posiciones contribuyeron a atraer a un mayor número de africanos a la Iglesia católica.
Sus enfrentamientos personales con la policía y el sistema de justicia fueron relativamente pocos, y se convirtió en una de las figuras eclesiásticas líderes en la búsqueda de una solución negociada. Tras jubilarse como arzobispo, volvió al trabajo parroquial.-
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.