"Es uno de los cinco grandes de la historia"

En 1988, Zinedine Zidane le limpiaba el vestuario a Luis Fernández. "Entonces era normal que los jóvenes fregáramos lo que ensuciaban los mayores. Y Luis era uno de los veteranos", asume el 5 blanco, recordándose con 16 añitos en el camerín del Cannes y con el mocho en la mano. Acababa de dejar Marsella por culpa de Jean Varraud, el tipo que le descubrió en los arrabales marselleses y se las arregló para convencer a la familia de que lo mejor era que fichara por el Cannes, club para el que trabajaba.

Les explicó que sería bueno apartarlo de una zona con tanta marginalidad y lo bien atendido que estaría en la escuela formativa de la capital de la Costa Azul. Se lo llevó de Marsella y nada más llegar a su primer equipo serio, conoció a Luis Fernández. "Era un niño", recuerda siempre el hombre que ayer, sentado en el banquillo españolista, se reencontró con ese crío, convertido ya en galáctico, al que vio como le limpiaba el zurrón de los puntos y se los llevaba para Madrid.

No le extrañó nada la actuación en Montjuïc de su paisano: "Zidane marca la diferencia siempre, es uno de los cinco mejores jugadores de la historia del fútbol", asumía Fernández catorce años después de aquella noche del 20 de mayo de 1989 en la que debutó Zidane en la Primera División francesa. Fernández puede presumir de que él estaba allí, jugando a su lado. El 8 de febrero de 1991, también estaba y también tenían enfrente al Nantes. Ese día, el que ayer dio otra lección de fútbol en el Olímpico de Montjuïc, marcó su primer gol y se abrazó para celebrarlo a su capitán, que era, evidentemente, el veterano del equipo. Luis Fernánez.

"Era muy buena persona", recuerda el técnico de ese chaval que a partir de aquel encuentro, llegó a los entrenamientos con un Clio Rojo, regalo del presidente Jean Pedretti. Se lo había prometido y cumplió. Al año siguiente, Zizou se fue al Girondins de Burdeos y Luis Fernández se quedó en el banquillo del Cannes, en Segunda División. Pero ni ellos olvidan Cannes ni Cannes les ha olvidado: Zidane es considerado el mejor jugador de la historia del club y Fernández, el mejor entrenador. Ayer se volvieron a encontrar en Barcelona y ganó Zinedine. A saber quién fregó los vestuarios en Montjuïc.

Mientras Zidane bailaba sobre el césped, Ronaldo aumentaba su cuenta goleadora. Dos marcó ayer, el primero en un penalti que, si no llega a ser por la magnitud del resultado, hubiera dado que hablar. Muñiz consideró que Carlos García agarró en el área a Raúl y pitó la máxima pena. "Pensé que señalaba falta de Raúl, que chutó cuando ya había cogido la pelota", creyó Lemmens, el meta blanquiazul, según explicó tras el partido. "Es la primera vez que me pitan penalti por una jugada así", se lamentaba Carlos García, el imberbe y confundido defensa.

El penalti lo transformó Ronaldo: "Aproveché que no estaba Figo y pedí el balón. Tengo que llegar a los 35 goles", bromeó el brasileño refiriéndose a la apuesta que mantiene con Florentino Pérez, su presidente, que puso cara de circunstancias sentado en el palco.

Ese penalti, como el inmediatamente posterior a favor del Espanyol, acabaron siendo una anécdota. "No han decidido nada; lo que me preocupa más es la actitud de mi equipo en la segunda parte", dijo el presidente del Espanyol, Daniel Sánchez Llibre. Mientras, Luis Fernández se quejaba sólo de una decisión del colegiado: "Ha dejado jugar a Casillas con una camiseta que confundía a mis jugadores", explicaba el entrenador blanquiazul mientras en la zona mixta del estadio varios directivos españolistas, indignados, no daban crédito a lo que veían: Vignal se dedicaba a sacar fotos a un primo suyo con los jugadores del Madrid. Y es que, en Montjuïc, los protagonistas eran Zidane y compañía, no Muñiz.