Para vosotros
En la manifestación del pasado 15 de febrero en contra de la participación española en la guerra de Irak, tres jóvenes que caminaban detrás de mí hablaban de las próximas elecciones generales. Parecían estar repitiendo un lugar común -"todos los partidos políticos son iguales"-, pero introdujeron un pequeño matiz: "La política económica del PSOE no se distingue de la del PP". No pude decirles lo que pensaba, no era el momento ni el lugar. Mi cabeza, sin embargo, no dejó de dialogar con ellos, y lo que viene a continuación es una muestra de lo que hubiera querido decir entonces.
Está claro que la crítica de estos jóvenes iba dirigida al neoliberalismo económico, o más bien al hecho de que el neoliberalismo económico se haya convertido en un "pensamiento único". Les doy la razón, yo también tengo la impresión de que el discurso liberal en materia económica es hegemónico, lo que significa que tanto la izquierda como la derecha se mueven dentro de sus márgenes. Por ejemplo, la flexibilidad laboral parece el único modo de abordar los cambios que se han producido en el mundo del trabajo, a partir de la revolución que la información ha supuesto en la cantidad de trabajo necesario para producir riqueza. No digo que las medidas que la izquierda y la derecha inventan, para regular esa flexibilidad, sean igualmente injustas con el trabajador, pero es una evidencia que el hecho es para ambas incontrovertible.
Y esto sucede a escala mundial. Lo hemos percibido como protesta, contra la organización del trabajo, en las grandes movilizaciones antiglobalización, de las que pueden decirse muchas cosas -que sus participantes no tienen claros los objetivos, que se compone de una amalgama de gente que nada tiene en común, que no es un movimiento político- y quizá muchas ciertas, pero de lo que no cabe ninguna duda, cuando te encuentras de frente a cientos de miles de manifestantes, es de que ahí hay un síntoma de gran malestar.
También lo hemos percibido por la falta de alternativa. No son sólo quienes protestan contra la globalización los que no saben decir ni en qué consiste, ni qué habría que hacer para desmontar sus efectos, sino que en el campo del pensamiento también hay un vacío. Es triste, pero estas cosas pasan. Nos encontramos en uno de esos períodos de la historia en los que la flecha del pensamiento no vuela por encima de nuestras cabezas, sino que ha caído y yace en tierra. Pasado un cierto tiempo, alguien la recoge, tensa de nuevo el arco y la vuelve a lanzar, pero cuando te toca vivir con la flecha en el suelo, la incapacidad de entender el mundo y de saber cómo actuar para mejorarlo es desalentadora.
¿Qué hacer en un tiempo así? Aquí es donde me gustaría poder hablar con mis jóvenes manifestantes desconocidos. Porque en la espera de que vuelva a elevarse la flecha hay que actuar, justamente para que ese tiempo de espera sea lo más breve posible. Tenéis que daros cuenta de que el neoliberalismo no sólo ha contagiado a la izquierda sino que también se ha introducido en las palabras y en los comportamientos de todos. La defensa de las libertades individuales que comporta el liberalismo enseña a decir "yo" y desplaza, arrincona, a la manera de pensarse a sí mismo a partir de un "nosotros". Lo sé porque cuando el neoliberalismo no era la ideología dominante, cuando nosotros éramos jóvenes, sabíamos decir "nosotros, los profesores de la enseñanza pública", "nosotras, las mujeres", "nosotros, los valencianos". En cambio, hoy en día es difícil encontrar entre gente joven la articulación de identidades colectivas de ciudadanía, esto es, el intento de construir un nosotros con el que formular exigencias o con el que plantear un proyecto de vida.
Y esa es la batalla que se puede empezar a dar. Vosotros, que justamente os mostráis críticos con el pensamiento económico único, tendríais que aprender el valor de los pequeños gestos e inaugurar con algún nosotros vuestra lucha contra el liberalismo. Es así como se salta al mundo de la política, más divertido y más energético que los fines de semana, las vacaciones o los viajes.
A partir de la configuración de algunos nuevos nosotros, el debate en la esfera pública es posible. No podemos ni imaginar en qué consistirá una nueva teoría económica de izquierdas, pero podemos empezar a discutir. ¿Habría que poner el acento en la reducción de la jornada de trabajo en vez de en la flexibilidad laboral? ¿Habría que crear una economía del intercambio que se añadiera a la economía de mercado? No lo sé decir, puede ser que estas cosas no tengan mucho sentido; tampoco lo saben decir los partidos de izquierdas, tampoco lo sabéis decir vosotros. Una cosa sí que sé: que, en materia política, todavía hay una diferencia entre un partido de derechas como el PP y uno de izquierdas como el PSOE, que éste último todavía no ha identificado la democracia con el neoliberalismo, y que votarlo es abrir la posibilidad del debate.
Maite Larrauri es filósofa.
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