Relectura del Evangelio

Con distinta fortuna concibieron evangelios apócrifos, sabido es, narradores contemporáneos como el brasileño Sílvio Fiorani, Evangelio de Judas; José Saramago, El Evangelio según Jesucristo, o Norman Mailer, El Evangelio según el Hijo. La empresa del abogado uruguayo Tomás de Mattos (Montevideo, 1947) no es, en lo fundamental, distinta en esta voluminosa novela de más de setecientas páginas de letra menuda: la recreación de la vida de Cristo. Pero no una semblanza, ni tampoco una síntesis o una imitación a la manera de Kempis. Ni una novelización o una paráfrasis. Lo que De Mattos pretende en su libro no es moco de pavo: nada menos que una recreación, sí, de los textos evangélicos, de tal modo que, en realidad, y permítaseme la hipérbole, acaba adoptando una actitud que, llevada a su extremo, coincidiría con la que Borges tomó creando a Pierre Menard para volver a crear (re-crear) el texto del Quijote: De Mattos crea a su vez al narrador Nakdimón para recrear el texto evangélico. Que el estilo del relato siga de forma inequívoca el fraseo escueto y el carácter sentencioso de la Biblia, y que el narrador anuncie el estilo directo con la sobriedad del texto sagrado ("y señalándole el vientre, acotó"; "impasible, Jesús le preguntó"), no hace más que probar lo anterior. Esta proximidad del relato de De Mattos al modelo narrativo bíblico se advierte asimismo en el modo en que el autor ha querido concebir los capítulos, haciéndolos preceder de un epígrafe y entendiéndolos como una unidad textual breve -de alrededor de tres páginas- que coincide en cada caso con un episodio o pasaje específico de la vida de Cristo en el texto bíblico (Jesús ante Caifás o La Última Cena). Bien es cierto que el autor se permite ciertas licencias que suspenden por un momento la fidelidad de su texto al modelo bíblico, el acceso al subconsciente de Cristo, la visión de El proceso, de Kafka, en uno de los sueños del de Nazaret, el añadido de algunos capítulos digresivos en los que el narrador da rienda suelta a sus disquisiciones ideológicas acerca de la propia narración de la vida de Cristo, o los pasajes en que la Virgen habla en primera persona acerca de su hijo. En modo alguno, en todo caso, estas licencias desvirtúan la clara vocación catequética del libro de De Mattos, que ya desde su prefacio revela estar escrito desde la ladera cristiana, y que ensalza los valores encarnados por Cristo. El tal Nakdimón, nuevo Nicodemo, es un doctor judío escéptico que se convertirá al cristianismo tras haber sido testigo de primera mano de la trayectoria del Mesías, desde su predicación más temprana a su crucifixión. Nakdimón narra la historia de Cristo desde su deseo de verificar la veracidad del nuevo Mesías y, a la vez, desde la óptica de la ortodoxia judía, de tal modo que advierte de las contradicciones o discrepancias en las que incurre el Predicador respecto a muchos pasajes del Antiguo Testamento (la caída de Adán en el Génesis o Moisés y la zarza ardiendo) que la tradición daba por irrefutables. La singular investigación que el narrador lleva a cabo de la personalidad de Cristo, hasta el momento de su conversión a la fe cristiana, desata la condición reflexiva y especulativa de la novela que, buscando reconstruir la conciencia de Jesús y el sentido de su misericordia divina, encuentra la fatiga de un lector que agota buena parte de sus expectativas antes de que esta megalómana novela concluya. La ambición de De Mattos tiene, qué duda cabe, sus recompensas, y su prosa opulenta y su planteamiento audaz, con un punto de vista múltiple que convierte la historia de Cristo en un poliedro, alcanzan páginas de verdadera altura literaria. Otras, en cambio, más desaboridas, aletargan, lo que no es de extrañar toda vez que una narración de estas dimensiones y de esta guisa no puede mantener la tensión de forma uniforme. No sería justo omitir que La Puerta de la Misericordia es una novela enjundiosa, y que cabe confiar en que el esfuerzo llevado a cabo por su autor no pase inadvertido.