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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¿Por qué somos como somos?

Quizá alguna vez Steven Pinker, catedrático del Massachusetts Institute of Technology, exagere un poco en ciertos aspectos (sobre todo en la valoración de lo que critica) y peque otro tanto de levedad en otros (sobre todo en sus propias críticas). Pero, en general, este libro, cuyas solapas califican, con razón, de brillante, bien escrito, erudito, ameno, estimulante, audaz, sensato, ha de resultar ya imprescindible en cualquier campo que se plantee el viejo problema, siempre vigente, de las relaciones entre naturaleza y educación, genes y cultura, o explicación biológica y explicación ambiental. "El mejor libro sobre la naturaleza humana que he leído y que haya podido leer cualquiera", dice de él Matt Ridley, el autor de Genoma (Taurus, 2001).

LA TABLA RASA. LA NEGACIÓN MODERNA DE LA NATURALEZA HUMANA

Steven Pinker

Traducción de Roc Filella

Paidós, Barcelona, 2003

704 Páginas. 39 euros

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Sólo escandalizará a quienes temen las consecuencias de una concepción de base biológica de lo que significa ser humano y no se sientan decepcionados aún de tantas teorías humanistas que no parece que hayan mejorado significativamente al hombre ni su comprensión. Las ciencias de la mente, cerebro, genes y evolución ponen hoy en entredicho las tan progresistas como frágiles proposiciones en las que muchos y grandes intelectuales del siglo XX intentaron asentar los principios de la decencia: los seres humanos son indistinguibles biológicamente, no albergan motivaciones innobles y son completamente libres en su capacidad de decisión. La doctrina de la mente como tabla rasa, o la del buen salvaje, han deformado la investigación sobre el ser humano y condicionado negativamente las decisiones públicas y privadas fundadas en ellas. Frente a ellas, estas nuevas ciencias de la naturaleza humana (no de la esencia humana) pueden encabezar la marcha hacia un "humanismo realista", dice Pinker, por cuanto "prometen naturalidad en las relaciones humanas y nos animan a tratar a las personas considerando cómo se sienten y no cómo deberían sentirse según determinadas teorías".

Pero este libro no defiende que todo se base en la genética, sino que el medio es tan importante como los genes. Que la verdad estará en algún lugar intermedio y la explicación correcta, en una interacción compleja entre ellos. Sólo va contra la unilateralidad y beligerancia de la explicación cultural, ambiental, educativa.

A pesar de todo, se entiende que haya de malhumorar a muchos cuando aplica sus principios y datos a temas candentes como la política, violencia, género, hijos, artes. Al tratar la crisis del arte y de la alta cultura creo que es cuando resulta más elocuente. Pero tomemos la cuestión del género, por ejemplo, suponiendo desde el principio que considera la liberación en curso de las mujeres, después de milenios de opresión, como uno de los grandes logros de nuestra especie y que no quiere (ni cree) atacar el feminismo ni comprometer los intereses de las mujeres.

Cualquiera que esté familiarizado con el mundo académico, dice, sabe que alimenta cultos ideológicos resistentes a la crítica y propensos a dogmatizar. Muchas mujeres piensan también que esto es lo que ocurre hoy con el feminismo. Con el feminismo de género, no con el feminismo de la igualdad. Éste es una doctrina moral sobre la igualdad de trato, que no apuesta por ningún tema empírico en discusión de la psicología o la biología. Mientras que el otro, dice Pinker, es una doctrina empírica comprometida con tres afirmaciones sobre la naturaleza humana: las diferencias entre hombres y mujeres no tienen nada que ver con la biología, sólo son construcción social; los seres humanos poseen una única motivación social: el poder; las interacciones humanas no surgen de las motivaciones de los individuos en trato con individuos sino de las de los grupos en trato con otros grupos (hombres y mujeres, por ejemplo).

La neurociencia, la genética, la etnografía (además de la psicología evolutiva y la sociobiología, a las que se califica muchas veces de "disciplinas sexistas") documentan unas diferencias de sexo que casi con toda seguridad tienen su origen en la biología humana. Frente a las tesis de género enseñan: que hombres y mujeres no tienen mentes intercambiables, que las personas sí tienen otros deseos (amor, sexo, familia, belleza, por ejemplo) que no son el poder, y otros motivos e intereses distintos a los del dominio de un grupo sobre otro: anhelos individuales que las involucran en conflictos tanto con los miembros del mismo género como con los del otro.

Con ello, Pinker quiere advertir a las feministas de género de que encadenan el feminismo a unas vías muertas o a otras en las que inevitablemente va a ser arrollado por un tren: "Pretenden o descarrilar el tren o conseguir que las otras mujeres se unan a su martirio, pero las otras mujeres no colaboran". Parece, en efecto, que aunque las mujeres estén de acuerdo en general con todas las grandes posturas feministas (las del feminismo de la igualdad), la mayoría de ellas, y crecientemente: el 70% en 1997 frente al 60% diez años antes, no se consideran feministas (de género).

Baste este ejemplo bosquejado para constatar, o no, lo que decíamos al principio.

'Fragmentos de realidad III', de Mateo Maté, del catálogo de la exposición 'The real royal trip', en el Museo Patio Herreriano de Valladolid.
'Fragmentos de realidad III', de Mateo Maté, del catálogo de la exposición 'The real royal trip', en el Museo Patio Herreriano de Valladolid.

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