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Columna
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El 'gallardazo'

Vicente Molina Foix

¿Leen los políticos sus propios programas electorales? ¿Leen, una vez elegidos, la mente de sus electores? ¿Leen?

Uno de los más leídos es Alberto Ruiz-Gallardón, aunque no consta que privadamente lo haga también en catalán (como el marido de la concejal). Y tan leído es que todos los días se lee a sí mismo, no porque el alcalde haya publicado una novela o un libreto de ópera (aún no), sino porque, a fuerza de colosales y sorprendentes propuestas, consigue -más que otros de sus congéneres municipales- salir en la prensa a diario. Una mañana es la resurrección del bordillo, inoperante colmillo clavado en la yugular de los conductores. Otra, la clamorosa chuminada de que los taxis (una de las pocas cosas que funcionan mejor en Madrid que en París o Nueva York) sólo puedan cogerse en la parada, sin atender por la calle al brazo en alto (despolitizado) del transeúnte. También anuncia que la línea 3 de Metro, ese clásico del neorrealismo madrileño llamado Moncloa-Legazpi, experimentará, al coste de 270 millones de euros, un cambio de sus convoyes, andenes y vestíbulos; nada se garantiza de la frecuencia de trenes, que es tan exasperantemente irregular en todas las líneas de nuestro ferrocarril subterráneo.

Aparte de su propio nombre unido a tales iniciativas de faraón o sátrapa, ¿ha leído el alcalde las numerosas cartas de queja que la prensa viene publicando últimamente? Es muy posible que a un hombre tan grandioso se le hayan pasado estas menudencias de ciudadano cabreado ante los desmanes. Pero ¿se trata de simples desmanes o de operaciones de alta cosmética para adocenar la piel de la ciudad?

La última medida obscena asociada al nombre de Ruiz-Gallardón y su edil de Servicios al Ciudadano (la esposa del amigo del americano) es la bajada del 0,28 en el dinero destinado a atender a los ancianos, que pasa del 2,94 del presupuesto global en 2003 al 2,66 de 2004. Es un tema grave y crucial, pero me perdonarán ustedes que yo, aún no alcanzada la edad de la asistencia compasiva, me preo-cupe más de dos asuntos que sí me afectan. Del primero ya me he quejado en esta sección, que nadie me garantiza que mi alcalde lea. Desaparecieron los comodísimos relojes digitales callejeros, un regalo municipal al paseante descuidado o sin reloj de pulsera, y alguien insinuó que era para mejorar el formato de sus postes. A los políticos españoles, sin distinción de partido, les priva el diseño sobre la idea pero, mientras el primero se materializa, amenudo tan mal, la carencia la sufre el ciudadano.

La otra medida es más escandalosa, y ha movilizado en todos los periódicos a lectores indignados (recuerdo en esta misma página una carta muy elocuente del periodista William Lyon). Me refiero a la subida de tarifas en los centros deportivos municipales.

Para llegar a la ancianidad (desasistida, ya se ve) en la mejor forma posible, suelo ir a nadar y hacer un poco de ejercicio a un polideportivo de mi barrio, que cuenta con una espléndida piscina. Pues bien; el bono de 20 usos que el año pasado costaba 50,60 euros, desapareció por ensalmo el 1 de enero de 2004, para dar paso a bonos de 10 usos al precio de 32.

La subida es de casi un 30%, aunque quizás en el Ayuntamiento se pensó que al dividir el bono de 20 por dos el usuario no se daría cuenta. Por lo demás, los responsables no han mejorado el servicio de un local donde las bicicletas estáticas están deterioradas y las duchas con frecuencia salen frías, tal vez para hacerse los suecos.

Ya empiezan a correr los chistes sobre el sucesor de José María Álvarez del Manzano. El humorismo del chascarrillo no es uno de los grandes géneros literarios, pero la rabia, la decepción, de alguna forma hay que combatirlas. La vida privada del alcalde me es indiferente, y por eso no atiendo mucho a los graciosos que hablan de un "Gallardón y calavera".

Mi lectura la hago sobre su vida pública. Y a la vista de todos los gazapos, dejaciones y recortes sociales que se han ido sucediendo en tan pocos meses de mandato, cunde el terrible temor de que, librados a duras penas del manzanato, lo mismo el nuevo y fogoso alcalde nos da gallardazo.

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