El Madrid supera la tensión
El equipo de Queiroz contiene al Sevilla, que se adelantó en el primer minuto, y sobrevive a un partido muy áspero
El Real Madrid llegó a la final de la Copa del Rey en un partido en el que sufrió hasta el último segundo. César paró un remate de Baptista y cerró una eliminatoria en la que realmente no perdió nadie. Ganó el fútbol. Ganó el concepto de enfrentamiento entre dos filosofías de vida, dos realidades.
Cuando el contrario es mejor que tú en el manejo del balón, lo mejor es que el balón no ruede, que se traslade a gran velocidad desde la bota del portero a cualquiera de las bandas y desde allí al meollo del área del contrario. Con un poco de suerte, la defensa estará lo suficientemente zarandeada para que el balón se cuele entre sus previsibles huecos y acabe en gol. Esa recetilla la aplicó en la Liga el Sevilla y le metió cuatro goles y una sesión de psicoanálisis al Madrid. Ayer salió con el mismo ansia y antes de que se cumpliera el primer minuto ya le había endosado el primero de los dos que necesitaba para igualar la semifinal de la Copa.
SEVILLA 1 - REAL MADRID 0
Sevilla: Esteban; Alves, Javi Navarro, Pablo Alfaro, David; Redondo, Martí, Baptista, Antonio López (m. 69, Carlitos); Antoñito y Darío Silva.
Real Madrid: César; Salgado, Helguera, Raúl Bravo, R. Carlos; Beckham (m. 90, Borja), Guti; Figo, Raúl, Zidane; y Ronaldo (m. 93, Solari).
Gol: 1-0. M. 1. Darío Silva centra al área, Antoñito no llega y Antonio López remata solo a la red.
Árbitro: Iturralde González. Expulsó a Zidane (m. 44) por un manotazo a Pablo Alfaro y a Javi Navarro (m. 53) por doble amarilla. También amonestó a Baptista, Redondo, Helguera, Raúl, Salgado, Ronaldo y César.
Unos 43.000 espectadores en el S. Pizjuán.
El Madrid, sin balón, volvió a mostrar extraordinarias carencias. Antes de que los madridistas consiguieran tirar a puerta con la enjundia necesaria, en el minuto 30, los sevillistas habían llegado sobrados en tres ocasiones más de la que acabó en gol. Sobrados, pues en estas acciones, casi siempre protagonizadas por pelotazos que rentabilizaban Darío Silva y Antoñito, los atacantes sevillistas solían ser más que los defensores del Madrid.
El Sevilla mantuvo su estrategia de impedir que la pelota tocara el suelo durante mucho tiempo, quizá demasiado, incluso para sus propios intereses. La Copa es a cara de perro y el Sevilla está acostumbrado a luchar, no a especular. El gol tempranero no sólo destempló al Madrid, sino que creó dudas entre los sevillistas. Se notaba la cruel disyuntiva que habitaba en las cabezas de sus jugadores: "¿Hay que esperar a marcar el segundo o atacar a la brava?".
Cerca de cumplirse la primera media hora, el Sevilla dominaba y movía el balón con superioridad. Pero se quedó un poco a medias a pesar de la empanada del Madrid.
Aparte de un par de tiros de falta de Beckham y Roberto Carlos y una oportunidad de Ronaldo, el Madrid no supo hacer su juego en la primera mitad. Vamos, el mejor de sus juegos. Capeó el temporal malencarado e incómodo. Zidane acabó expulsado por un rifirrafe con Alfaro, pero antes ya había dado una patada, de las que sólo da en los malos días, al lateral brasileño Alves.
El partido enloqueció. Se hizo Copa pura. A unos les faltaba un gol para hacer historia y a otros les sobraba el estilo directo del partido. La expulsión de Javi Navarro, al comienzo de la segunda parte, sirvió para igualar el número de efectivos. Pero en estos encuentros ni el supuesto mejor es tan favorito ni el inferior tan víctima. Suele haber poco fútbol, pero abunda la emoción, que enamora a millones con este juego.
Ronaldo falló ante Esteban y un buen estorbo de Alfaro. Después, el correcalles. Sólo un partido de Copa puede ofrecer el espectáculo del Madrid obligado a enfangarse en otro juego que el que dominan sus estrellas. Lo tuvo que hacer.
El partido no fue un espectáculo en lo concerniente a la belleza del juego, pero incluyó todos los demás ingredientes para que la gente lo viviera a tope.
Beckham y Guti se sacudieron la aparente apatía del primer tiempo y el Madrid mejoró. El Sevilla intentó transmutarse en un equipo atacante y lo hizo a medias. A medias, tuvo más de un par de buenas ocasiones. El Madrid se vio obligado a pintarse el rostro para la guerra y también lo hizo a medias. El resultado fue un partido roto y emocionante; sin registros de belleza para los estudiosos, pero con derroche de emoción.
El Madrid, a contrapelo, sobrevivió. Se metió en tanganas, juego trabado... Hasta Ronaldo se ganó una tarjeta amarilla. Esta situación, el cansancio de la presión innegociable esgrimida durante todo el partido, acabó perjudicando al Sevilla.
Desfondados ambos conjuntos, salió airoso el Madrid. Pero, aunque feo, el partido fue fútbol de verdad, tenso como pocos.
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