En defensa de Picasso
Olivier Widmaier desmonta la leyenda negra que rodea a su abuelo
Después del ajuste de cuentas de Marina Picasso con su abuelo, otro nieto, Olivier Widmaier Picasso, sale ahora en defensa del "demonio". Si la nieta de Olga Khokhlova (primera mujer de Picasso) acusaba a su abuelo de haber aplastado con su ego a todos los que le rodeaban ("Era una combinación de promesas incumplidas, abuso de poder, mortificación, autosuficiencia y, sobre todo, incomunicación. Estábamos indefensos ante él"), Olivier Widmaier (hijo de Maya Picasso y nieto de Marie-Thérèse Walter, segunda mujer del pintor) ha querido "frenar rumores y leyendas infundadas".
Ni tacaño, ni manipulador, ni infiel ni indiferente. "Picasso no era un hombre inocente, pero tampoco era culpable", asegura Olivier Widmaier. Acompañado de su madre ("me he divertido mucho con el libro de mi hijo", dice Maya Picasso), el autor de Picasso. Retratos de familia (Algaba Ediciones) presentó ayer el libro en el Centro Nacional de Arte Reina Sofía. "La bibliografía picassiana es inmensa, pero éste no es un libro más", señaló el director del Reina Sofía, Juan Manuel Bonet. "Olivier ha tenido en cuenta sus propios recuerdos, los de su madre y su familia. Cita cada una de sus fuentes y se ha documentado durante más de dos años".
"Tras su muerte han intentado hacerle culpable en el peor sentido de la palabra"
En las más de cuatrocientas páginas de Retratos de familia se traza el perfil de un hombre atrapado en su propia complejidad. Un hombre que jamás reconoció que era celoso y posesivo; que era obsesivo, maniático e hipocondriaco; al que le gustaba la buena ropa, que siempre arrastró los estigmas de la pobreza; al que le disgustaba su voz y su acento al hablar francés, y al que le rondaron desde siempre los fantasmas de la eternidad y la muerte. "Si Picasso era inmortal, Pablo era mortal", sentencia su nieto.
"La fascinación por mi abuelo nació el mismo día que murió", añade el biógrafo, que en su libro recuerda cómo su hermana, él y su madre se enteraron por un avance informativo (esos que anuncian "una catástrofe, un acto terrorista") de la muerte de su abuelo. Era el 8 de abril de 1973 y él tenía 12 años. "Sus descendientes tenemos derechos, pero también obligaciones. Nosotros sólo somos detalles en la historia y con este libro sólo he intentado poner las cosas en claro. He querido que por una vez se olviden de los Picasso para recordar a Picasso".
"Toda mi vida he visto a mi abuelo como a un hombre culpable", continúa Olivier Widmaier. "Pero un hombre culpable de hacernos soñar y reflexionar. Tras su muerte han intentado hacerle culpable en el peor sentido de la palabra. Él no ha tenido capacidad para defenderse. Yo he considerado que era mi deber hacerlo".
"Si hubo algo verdaderamente negativo en la personalidad de mi abuelo fue la ausencia de comunicación. A él no le gustaba perder el tiempo con discusiones".
Dividido en siete capítulos, el libro reúne en cada uno de ellos los temas fundamentales de la biografía del pintor: 'Las mujeres', 'La política', 'La familia', 'El dinero', 'La muerte', 'La eternidad' y un último apartado titulado '¡Menudo demonio!'. "Como decía mi abuela Marie-Thérèse, ¡menudo demonio! ¡Terriblemente maravilloso!". Olivier Widmaier también repasa los otros libros de la familia sobre Picasso. No juzga las palabras de Françoise Gilot en Vivir con Picasso, del que sólo un capítulo le sorprende: ella narra cómo durante una violenta discusión Picasso le apunta la cara con un cigarro para quemarla. "Mi abuelo finalmente retiró el cigarro y le dijo: 'No es una buena idea. Tal vez, después de todo, me apetezca volver a mirarte".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.