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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Eslabones débiles

El atentado cometido ayer contra una comisaría al sur de Bagdad, en plena zona suní, que causó varias decenas de muertos, refleja la vulnerabilidad de los blancos más desprotegidos. La mayoría de los muertos y heridos son ciudadanos que estaban haciendo cola para alistarse en la nueva policía iraquí, de la que ya han muerto más de 600 efectivos. Ayer mismo cinco policías más murieron en otros incidentes en Bagdad y en Mosul. La cola ante la comisaría de Iskandariya y el hecho de que la policía local haya incorporado unos 60.000 efectivos desde mayo, indica que muchos le han perdido el miedo a colaborar con los ocupantes. Los atentados buscan amedrentar a los nuevos policías, volver a la opinión pública en contra de las fuerzas de ocupación, y sembrar la discordia entre kurdos, suníes y chiíes. En estas condiciones no resultará fácil celebrar en junio elecciones libres y democráticas, como pide el ayatolá Sistani, que quiere hacer valer la superioridad demográfica de los chiíes.

Un error central en la estrategia de EE UU fue desmantelar de un plumazo la policía y el ejército de Sadam Husein, pues se ha visto obligado a reconstruirlos desde cero. El proceso posterior de iraquización de la seguridad y el orden público ha convertido a estos nuevos policías en blanco para la estrategia del caos y del terror, especialmente cuando las tropas ocupantes dedican sus mayores esfuerzos a la autoprotección.

La detención de Sadam Husein no ha restado fuerza a la resistencia, sea autóctona o de elementos extranjeros. Irak se está convirtiendo así en un lugar de formación y lucha para presentes y futuros terroristas, como en su día ocurrió en Afganistán con la resistencia contra la invasión soviética o incluso en la guerra de Bosnia. En vez de resolver un problema, se ha creado otro.

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