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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Decepcionante G-7

La cooperación internacional no está en su mejor momento. Tampoco la articulada en torno a los asuntos económicos y financieros de los países económicamente más avanzados, asumida por el Grupo de los Siete (G-7) hace casi veinte años. La reunión celebrada este fin de semana en Boca Ratón (Florida) por los ministros de Finanzas y gobernadores de los bancos centrales del G-7 concluyó con una declaración de condena a la "volatilidad excesiva" de los tipos de cambio de divisas y una promesa de "cooperación" en esa materia. Es algo muy distante de la concreción de los compromisos del Plaza o del Louvre, en los que el G-7 asentó su predicamento ante los mercados. Hoy dirán los mercados si algo en principio tan genérico como lo producido en Boca Ratón les parece una respuesta apropiada al asunto principal que preocupaba antes de esta reunión: la debilidad del dólar y su continua depreciación, especialmente frente al euro.

Aquella "nueva arquitectura financiera internacional" que se reclamó tras la contagiosa crisis asiática de 1997-1998, sigue sin tan siquiera diseñarse. La expectación creada en torno a la última reunión del G-7 estaba justificada. Pero la posibilidad de que de ese grupo emergiera un rotundo mensaje a los mercados de divisas y un claro compromiso de actuación, que contribuyeran a frenar el abaratamiento del dólar y el encarecimiento de la moneda europea, ha chocado con los intereses estadounidenses. A diferencia de la anterior Administración norteamericana, la de Bush contempla casi con complacencia la depreciación de su moneda, en la medida en que puede favorecer la reducción del abultado déficit comercial de EE UU y neutralizar su pérdida de competitividad. Los intereses de los europeos son opuestos. La excesiva apreciación del euro dificulta la recuperación de las economías más dependientes de las ventas al exterior que son hoy las más debilitadas, en particular Alemania, Francia e Italia.

Europa debe asumir que las amenazas a la recuperación de sus principales economías, derivadas de la excesiva depreciación del dólar, han de sortearse mediante actuaciones estrictamente europeas. No tanto con intervenciones de dudosa eficacia en los mercados de divisas, como reduciendo los tipos de interés, intensificando la precaria inversión pública y dándole una dimensión verdaderamente paneuropea, en la dirección propuesta por la Comisión Europea.

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