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Un documental reivindica la importancia del rock urbano durante los años de la transición

Diego A. Manrique

"Se nos ha borrado de la historia", se quejaban los integrantes de Obús la pasada semana, durante la presentación del DVD El rock de nuestra transición. Y no se referían sólo a ese discutido especial de TVE que, coincidiendo con el 25º aniversario de la Constitución, se volcaba con las canciones de la movida. Creen ver intencionalidad política en el ninguneo: "Los grupos de rock urbano éramos fijos de las fiestas del PCE y se nos castigó, recordamos casos de alcaldes del PSOE que suspendieron actuaciones ya anunciadas". Además, se sentía un injustificado temor al público heavy, que entonces sufría una satanización similar a la que ahora recae sobre los seguidores del rap.

De principio, El rock de nuestra transición testimonia el gancho popular de grupos que llenaban polideportivos con espectaculares montajes. Grupos duros de piel: aunque Asfalto dejó de existir en 1995, sus integrantes siguen haciendo música y esquivando las peticiones para volver a reunirse. Grupos en activo: Barón Rojo no participó en la presentación por una actuación; Obús acaba de rodar el vídeo de Esta ronda la paga Obús con Javier Bardem -"gran admirador nuestro"-, e inicia en marzo a una gira por ocho países hispanoamericanos. Hoy son músicos con más de treinta años de actividad, que sufrieron el desierto del franquismo, cuando tocar rock era tanto una actividad desaconsejada como una imposibilidad técnica. Julio Castejón, miembro fundador de Asfalto, recuerda que no tenían dinero para bafles "y nos los construíamos nosotros, en plan bricolaje. Existía la solidaridad: si había que participar en un concierto con varios grupos, cedíamos el equipo".

El rock de nuestra transición parte del archivo personal del realizador Alfonso Arteseros, antiguo músico que adquirió una cámara de vídeo y se ofreció a grabar clips y conciertos para los artistas de Chapa, el sello de Vicente Mariscal Romero que acogió toda aquella efervescencia insurgente. El rock de nuestra transición no pretende ser un análisis musicológico del movimiento: por ejemplo, está ausente Leño, el grupo que, con Rosendo Mercado al frente, desarrolló el modelo musical que a la larga resultaría más influyente. Por el contrario, se incluye un triunfal Sábado noche, cantada por Moris en directo.

Arteseros recuerda prodigios de la época, hazañas como montar conciertos que se habían grabado con varias cámaras que no estaban sincronizadas, y ocurrencias como rodar una actuación de Asfalto en medio de un coto de caza. Arteseros enfatiza que, a pesar de no tener acceso a los grandes medios, los grupos escapaban de la marginalidad: "En su momento álgido, daban entre 100 y 150 conciertos al año. Y calaron hondo entre su público. Me impresionó ver en Vallecas una pintada que decía 'enseña a tu hijo a amar la libertad', un verso de Días de escuela, de Asfalto".

Para situarnos en aquellos tiempos de incertidumbre y esperanza, El rock de nuestra transición junta la música con ásperas imágenes de informativos, todo anclado por evocaciones de locutores y músicos. Se trata del primero de varios documentales que Arteseros editará a través de Borderdreams, marca de la distribuidora discográfica Dock. Michael Statsmann, responsable de Dock, cree que en el mercado español hay hueco para documentales políticamente incorrectos, no centrados exclusivamente en la música. La siguiente entrega cuenta la evacuación de las obras de arte del Museo del Prado durante la Guerra Civil.

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