La nueva PAC da el golpe de gracia al cultivo de algodón en España
La aplicación del nuevo sistema propuesto, consistente en otorgar ayudas al propietario de la tierra, hasta ahora productor de algodón, independientemente del desarrollo de su actividad profesional, conducirá inevitablemente al abandono de esta producción y a la desaparición de todo el tejido socioeconómico agroindustrial conexo, ya que en el caso de que el cultivo se mantuviera con la aplicación de la nueva política, los costes de producción superarían ampliamente los ingresos que el agricultor obtendría por la venta de su cosecha a precio internacional. Así, resultaría más productivo cobrar la ayuda desacoplada y abordar otro cultivo, menos costoso y con menor riesgo (clima y plagas), pero tan rentable como el algodón.
La PAC instaura un sistema de subvención a la mera propiedad, insostenible y sin equidad
El cultivo de algodón en Europa apenas alcanza el 1% de la superficie mundial. Con la producción obtenida se atiende el 15% de la demanda, que es cubierta en un 85% restante por productos importados sin arancel, procedentes de países muy poco desarrollados.
El régimen comunitario de ayuda al algodón contiene mecanismos cuya aplicación limita la producción final, al penalizar los excesos de la misma sobre las cantidades nacionales garantizadas. No existen en el vigente régimen comunitario para el algodón, ni ayudas a la exportación, ni mecanismos de protección frente a las importaciones de países terceros.
La producción mundial de fibra de algodón alcanza los 5.313.000 de toneladas en China (24% de la producción mundial), 4.421.000 toneladas en EE UU (20,60% del mundo), 2.678.000 toneladas en India (12,5% del mundo), 560.000 toneladas (2,6% del mundo) en la Unión Europea y 320.000 toneladas en España.
Estados Unidos exporta 2.395.000 toneladas anuales de fibra y los países de África Occidental y Central venden en el exterior 801.000 toneladas cada año, primadas a través de mecanismos controlados por los antiguos países colonizadores.
Europa importa 784.000 toneladas anuales y casi todas ellas proceden de Mali, Benin, Burkina Faso y Chad. Estos países africanos venden su producto sin trabas arancelarias a los países europeos, si bien los ingresos que perciben sus agricultores se hallan absolutamente mediatizados por su propia ineficiencia y por el control que, sobre la comercialización del algodón, ejercen compañías europeas de antiguas potencias coloniales.
Es el caso singular de Francia, que, a través de compañías estatales, interviene en todo el ciclo del algodón en dichos países, hasta fijar tanto la cuantía retributiva de los diferentes tramos del proceso como el precio final percibido por el agricultor africano. Si a ello se añade la estructura socioeconómica de dichos países y la política productiva en ellos aplicada, se tendrá una idea clara de quién va a recoger finalmente los frutos de la nueva PAC que se pretende implantar: Francia. Este país apoya a los africanos en su demanda de supresión total de las ayudas al algodón.
Con la desaparición de la producción española, la fibra de algodón pasará a estar en manos de los grandes comercializadores internacionales radicados en Francia y Suiza, tales como Dreyfus, Dunuvant, Copaco y Reinhart, quienes controlan el mercado mundial y los precios pagados a los países exportadores de algodón, en perjuicio de la industria textil. El algodón es un cultivo emblemático de Andalucía, región, junto con las griegas de Tesalia, Macedonia y Sterca, objetivo uno de la Unión Europea, cuyo PIB por habitante ronda los 11.700 euros frente a los 22.700 de la UE; cuyo porcentaje de desempleo sobre la población activa es del 24,5% frente al 8,2% de la UE, y cuya aportación al PIB del sector agrario es del 7,3% frente al 1,7% de la Unión.
El cultivo de algodón, que se mantiene en 139 municipios de España, genera, sólo en Andalucía, un millón de jornales directos, en más de 10.000 explotaciones familiares, con una superficie media de 12 hectáreas.
Un amplio parque de más de 550 máquinas cosechadoras, junto a empresas de servicios auxiliares, de transportes, de reparación de maquinaria, de fertilizantes, de recolección y de desmotación, mantienen un gran número de puestos de trabajo directos e indirectos.
La desaparición del cultivo del algodón, si bien traería consigo la dedicación de algunas tierras, no muy numerosas, a otros cultivos, como el maíz y el trigo -con menor necesidad de empleo-, provocaría en el resto de las ahora cultivadas de algodón efectos negativos sobre el medio ambiente, debido a su alta salinidad y escaso potencial agronómico.
En todo caso, el abandono del cultivo de algodón sí provocaría la desprofesionalización del agricultor, el cese de la incorporación de los jóvenes al campo, la paralización de la investigación, el desarrollo y la innovación y el cierre de las industrias desmotadora y conexas. Las empresas de estos sectores, al ver reducida la producción de fibra de algodón desde 300.000 a 50.000 toneladas, no podrían mantener su actividad, debido a la gran dificultad técnica y económica de importar algodón bruto de otros países.
Sorprende comprobar cómo con medidas de desacoplamiento del tipo de la que aquí se analiza, se minan los pilares de la Política Agraria Común y se instaura un sistema de subvención a la mera propiedad, insostenible y no perdurable por su falta de equidad.
La verdadera, práctica y justa decisión a adoptar, para implantar una adecuada reforma de la PAC aplicable al algodón, es aquella que asegure la aportación del mayor nivel de valor añadido neto, lo que se consigue con el mantenimiento de la producción y de la desmotación de algodón así como de la actividad de los suministradores conexos. Esta política no es otra que la de instaurar un sistema por virtud del cual al menos el 70% de las ayudas se liguen y condicionen al mantenimiento de la producción de algodón y el 30% restante se haga depender de otros referentes, tales como el cumplimiento de normas medioambientales, la mejora del entorno o la aplicación de los avances tecnológicos.
Eduardo Becerril Lerones es presidente de Surcotton.
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