De la prostitución
Afirmaba la señora Sahlin -ministra sueca de Asuntos de Igualdad de Género-, y creo que tiene razón, que ninguna niña sueña con ser prostituta y que ningún padre quiere que su hija lo sea. Como también la tendría si dijera que ninguna niña sueña con vivir en un lugar en el que el hambre, las enfermedades y las carencias de todo tipo sean tan grandes que empujen a la población a buscar futuro en cualquier otro sitio. Y eso tampoco lo quiere ningún padre.
Por su parte, la señora Ana Botella, concejal de Servicios al Ciudadano de Madrid, afirma que la prostitución es una forma de violencia hacia las mujeres y los menores, y yo me pregunto si acaso no lo es tanto o más la "guerra preventiva" en que su marido ha embarcado a este país. Y también me pregunto si la señora Botella sabe que desde que su marido gobierna en este país, y sobre todo en los últimos tiempos, el número de mujeres españolas presentes en las calles, pisos y clubes de alterne no ha dejado de aumentar.
Un poco más de rigor, por favor; el círculo vicioso de la prostitución no termina en los clientes. Termina donde empieza. En los políticos que para beneficiar a sus amigos del mundo empresarial diseñan y ponen en marcha medidas económicas que mantienen a buena parte de la población mundial en la pobreza y en la desesperación, y luego, con la excusa -impactante, hay que reconocerlo- de la salvaguarda de la dignidad, les niegan derechos y reconocimiento para, a continuación, abrirles un expediente de expulsión del país. No les dejan vivir allí y tampoco les dejan vivir aquí. Una cosa es "hacerse el sueco" y otra mentir descaradamente.
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